Porque nos adentra en una experiencia humana y por la cual todos pasamos alguna vez. Y es que el miedo aparece de muchas formas, y si lo dejamos actuar es capaz de tomar las riendas de nuestra propia vida y decidir por nosotros mismos. A lo largo de este libro se ofrece un completo mapa de qué es, qué consecuencias tiene en nuestra vida y cómo afrontarlo.
Está incluido en una colección de espiritualidad, no obstante podría colocarse en los estantes de psicología, filosofía, teología o pastoral. A lo largo de sus páginas, el autor articula el miedo en todas sus dimensiones con precisión y de una forma accesible al gran público.
Por otro lado, la obra muestra un inmenso trabajo de lectura, estudio, recopilación y reflexión sobre el miedo en los clásicos, en la cultura actual, en la Biblia y, por supuesto, en los maestros de la espiritualidad. Es obvio que las numerosas citas, pasajes y comentarios denotan cómo el miedo es una constante en la vida del ser humano. Al mismo tiempo, proporciona claves y anima al lector a lanzarse a una aventura espiritual en la que Dios llama, acoge y sostiene al que decide apostar por el Evangelio y vivir con libertad.
Y sobre todo, porque detrás de estas páginas no solo resuena la capacidad de escucha de un psicólogo y de un sacerdote, está la experiencia personal del propio escritor. Tras su estilo ágil y ligero resuena su vivencia de la enfermedad y de la muerte, pero sobre todo su confianza en Dios y su apuesta por la vida en plenitud.
«Si hoy me preguntaran si he dejado de temer a la muerte, diría claramente, y con fuerza, que no. La muerte sigue siendo para mí, como para muchos, una posibilidad que conduce al miedo. Desde el impacto inicial de la noticia del cáncer hasta el día de hoy se han ido sucediendo acontecimientos que me han transformado como persona, jesuita y sacerdote. Pero sobre todo, como creyente. Fue sorprendente para mi que, en el transcurso de los meses, sentía una paz profunda que solo podría venir de algo más absoluto que yo mismo. Dios fue ocupando, en el rostro de Jesús, un lugar más sensato y preferencial». (p. 21)