La experiencia del miedo es común a todos los seres humanos. Existen tantos tipos de miedos como temores experimentamos. Quería hoy resaltar dos de ellos: el que llama a la cautela y el que paraliza.

El primero de ellos empuja a la reflexión y a no tomar una decisión de manera precipitada, para sólo acabar arrepintiéndonos más tarde. Es el famoso “en tiempo de desolación no hacer mudanza”. Es una invitación a la pausa, a no tomar una decisión antes de estar convencidos. Es una llamada a no echarlo todo por la borda a la primera de cambio y a recordar los motivos por los que se hacen las cosas. Ayuda a buscar confirmación en las decisiones que creemos correctas.

En cambio, el segundo tipo de miedo es aquel que nos empuja a la parálisis. Se caracteriza por una continua sensación de malestar. Es fácil adivinar por qué: no nos termina de gustar lo que estamos viviendo, pero nos da miedo el cambio. Lo único que hacemos es darle vueltas y vueltas al mismo tema, pero sin llegar a pasar jamás a la acción.

Este segundo tipo de miedo nos quita la libertad. En el Evangelio encontramos múltiples ejemplos de esto. Mirad al joven rico. Este hombre llevaba una vida que, a ojos del mundo, era buena, pero a pesar de ello, no lograba ser feliz. Me lo imagino sintiéndose estúpido y pretencioso, por buscar tener una vida más allá de “buena”. Desafortunadamente, ya sabemos cómo acaba su historia. Su orgullo y la fortuna que había conseguido gracias al trabajo de toda una vida le encadenaban demasiado como para elegir con libertad. Creo que, tristemente, existen muchas historias de personas que aman a Dios, pero que, por miedo, se quedaron a medias.

Para mí, uno de los grandes aprendizajes de este confinamiento ha sido poner nombre a esos miedos. Es el primer paso para aprender a desprenderse de ellos. De esta manera, la pregunta “¿cómo puedo ser feliz?” se ve de otra manera. Hay tantas cosas que pueden esclavizarnos sin darnos cuenta: el miedo al abandono, a ganarnos la desaprobación de nuestros seres queridos, a equivocarnos de persona, de carrera, etc.

Mi actitud ante esa clase de preguntas siempre había sido bloquearlas. He comprendido que es natural sentir miedo, pero éste no debe empujar a enterrar la cabeza en la arena para dejar de hacerse preguntas más profundas y, posiblemente, más incómodas.

Te puede interesar

PastoralSJ
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.