En primer lugar, porque en mi humilde opinión, retrata el concepto teológico que subyacen en Laudato Sí: «todo está conectado». Es decir, cómo la alimentación -en esto caso el queso y sus infinitas variedades- nos pueden llevar a crear vínculos con la realidad, y cómo son una expresión de la relación entre el ser humano y cada realidad.
A su vez, está escrito con una elegancia exquisita, tanto como los quesos. Es curioso, cómo un libro de quesos pueda mostrar tanta belleza al lector. A su vez, está acompañada de una preciosa selección de fotos donde merece la pena detenerse.
«Si volvemos al término «afinar», ahora lo entendemos en toda su riqueza: por un lado, nos habla de terminar un producto, de llevarlo a fin; pero también nos habla de excelencia, porque remite a la palabra fino, que significa «sin más que arreglar: perfecto, sutil, correctamente acabado». De manera que afinar significa llevar a término el queso con maestría y esmero, y es una acción que implica manejo humano. Quizá sea esta, también, la diferencia fundamental con respecto al término «madurar»: el queso no necesita al hombre para envejecer, pero sí para hacerlo bien: el afinado es una destreza humana que empodera al hombre; el resto del proceso, solo a la leche».