Se trata de uno de esos libros que son un auténtico compendio de sabiduría. En la brevedad de sus páginas, el autor logra introducirnos dentro del alma de San Ignacio de Loyola a través de sus escritos. Nos pone así en sintonía con aquel Dios vivo que le habitaba por dentro y que le hacía tratar de encontrarle en todas las cosas y llevarle a todos aquellos que la vida iba cruzando en su camino.
No se trata tanto de un libro de iniciativas pastorales cuanto de una invitación a dejarse impregnar por el modo de vivir y de actuar de uno de los grandes evangelizadores de la Iglesia. Por eso se nos recuerdan claves que a veces olvidamos o descuidamos en nuestro ímpetu por lanzarnos a evangelizar un mundo que se descristianiza. Un libro que trata de poner las cosas en su sitio, y a nuestra vida en aquella clave de la mayor gloria de Dios, que es uno de los grandes (y a veces olvidados) secretos para una evangelización que transforme no sólo la vida de los demás, sino también la nuestra propia.
«Y no temáis la empresa grande, mirando vuestras fuerzas pequeñas, pues toda nuestra suficiencia ha de venir del que para esta obra os llama, y os ha de dar lo que para su servicio os es necesario, pues sin vuestra voluntad os pone en este cargo, para el cual no hay hombros que bastasen de la humana habilidad o industria, si la divina mano no ayudase a llevar el peso y guiase al que lo lleva» (pág. 23).
