En las palabras de Isaías «No temas, porque estoy contigo» se sustenta todo el periplo de la protagonista, tanto por su profunda confianza en Dios como por las personas que están con ella para devolverle la dignidad.
Es una historia real. Tanto sus protagonistas (Brigitte, Francesca, la propia Melania Mazzucco), como los personajes secundarios son mujeres y hombres que hoy mismo están trabajando al lado de los refugiados que tratan de abrirse camino en Europa. Es emocionante asomarse a la labor que hace el Servicio Jesuita de Refugiados en la calle Astalli de Roma.
Y aunque las noticias de refugiados que conocemos se suelen centrar en su llegada a nuestras costas, aquí va más allá. Acompañamos a Brigitte durante tres años en los que pelea por ser reconocida como refugiada, intenta localizar a sus cuatro hijos en el Congo, y vomita todo el dolor y el horror que lleva dentro. Y, de paso, conocemos cómo nos ve a los europeos.
Hago un descubrimiento asombroso. El Estado no exige que comprueben los hechos. Sería imposible. Un refugiado casi nunca es capaz de proporcionar pruebas de la persecución que ha sufrido, el único cuerpo del delito del que dispone es, a veces, paradójicamente, su propio cuerpo. Lo que el Estado pide es que los hechos narrados sean verosímiles. Que respeten el principio de verosimilitud.
Eso es lo que se le pide también al autor de una novela.
Si es capaz de suspender nuestra incredulidad, si lo seguimos hasta la última página, si creemos en los hechos que inventa y nos ensimismamos en sus protagonistas.
La Italia del futuro nacerá a partir de las historias que hayan sido relatadas. Y serán historias que hayan sido relatadas y, por tanto, construidas, para nosotros.
Somos los lectores y los críticos de la novela nacional.
No los autores del relato. (p. 145)