El periodista Alfred Lansing, cuarenta años después de los acontecimientos descritos en este libro, entrevistó a muchos de los supervivientes. Se documentó, además, con los diarios escritos por ellos, con relatos, prensa de la época, y al fin plasmó en este libro la odisea de este grupo de supervivientes.
El libro está maravillosamente escrito. Engancha y atrapa al lector desde la primera página. Una crónica minuciosa de esa lucha contra la desesperación, el frío, la incertidumbre y la rendición. Sientes la gelidez de ese infierno blanco, la amenaza de los días, la presión que experimentan ese grupo de hombres, unidos, sin embargo, bajo el liderazgo del extraordinario Ernest Shackleton. También comprendes cómo el ser humano ha sido capaz de ir alcanzando fronteras inimaginables, a base de ambición, humor, superación y resistencia. El relato aúna épica, camaradería, amistad, respeto y disciplina.
Desde la comodidad de este siglo XXI, donde muchas veces el confort, la autosuficiencia y buenas dosis de hedonismo parecen ser los valores en boga, el testimonio de los marineros atrapados en esta prisión blanca se convierte en provocación y escuela.
«Eran las doce y media y las zonas de agua abierta eran un poco más grandes. Todos miraron a Shackleton. Por el momento la banquisa estaba abierta, pero ¿cuánto tiempo permanecería así? Y ¿cuánto tiempo podían permanecer allí? El inmenso témpano que antes había sido el Campamento Paciencia era ahora un rectángulo irregular de hielo de apenas cincuenta metros. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que se rompiera y se quedaran sin suelo bajo s los pies? A las doce y cuarenta, Shackleton dio la orden con voz tranquila: ‘Lanzad los botes’.»