Michio Takeyama, crítico literario, publica en 1947 su única novela. En un Japón destrozado y conmocionado por la guerra, esta fábula antibelicista basada en experiencias reales emplea la música para expresar la búsqueda de la armonía y la belleza, aún en medio de la muerte y la destrucción. Un puñado de hombres corrientes, encuadrados en el ejército imperial, bajo las órdenes de un capitán que había sido músico en la vida civil, cantan a coro viejas canciones para seguir sintiéndose seres humanos. Esas canciones les salvan del dolor, la desesperación, la locura y el odio. Uno de ellos, sin embargo, se siente llamado a dar un paso más y se convierte en un bonzo budista que recorre el país pidiendo limosna, sanando con su arpa las verdaderas heridas de la guerra, las más profundas, aquellas que no son visibles en la superficie. Despacio, sin grandes efectos dramáticos, Takeyama desgrana la historia de la compañía y del soldado desaparecido, mezclando el dolor por las vidas desperdiciadas y los estragos de la guerra con la esperanza en la humanidad y su porvenir.
No pocas personas habrán visto llegar a soldados desmovilizados, al regresar estos del continente o de los mares del sur. Todos vienen cansados, macilentos, sin vigor, ofreciendo un lastimoso aspecto. No faltan entre ellos los enfermos, con palidez de cera en sus caras, portados en camillas.Entre muchos grupos de soldados como el descrito, hubo una compañía que volvió jubilosa. Todos allí cantaban a coro incansablemente y con arte;…