La originalidad del libro está en el formato, se trata de un comic, y en el punto de vista: la visión que el autor adquiere al estar viviendo un año en la capital, Rangún, acompañando a su mujer, médico sin fronteras, en los distintos proyectos que la organización tiene en el país. De forma sencilla y gráfica, el autor nos va presentando su inserción en aquellas latitudes y la problemática real de la gente que allí vive: una vida marcada por la represión de la información y las libertades básicas, por la escasez de recursos básicos de alimentación, debido al recorte internacional, por la inmensa lacra de la droga y el sida, tolerada y fomentada a instancias del gobierno, impidiendo además que las ONGs puedan desarrollar su labor de asistencia a los más necesitados, etc.
“Birmania es una de los mayores productores de opio del mundo. En ciertas regiones la heroína circula casi libremente. Muchos drogadictos y poca higiene. El virus del sida se propaga a toda velocidad. A eso hay que añadir el contagio ligado a la prostitución. Todos estos enfermos sólo son atendidos por instancias extranjeras. Los retroviriales se compran en Tailandia que fabrica genéricos. Con trámites aduaneros tan largos, no es raro ver a un médico hacer el viaje de ida y vuelta en un día para llenar sus maletas de medicamentos