Los libros son siempre un modo de transmitir algo. Ideas, pensamientos, hechos… y también vida. Rozalén lo ha conseguido. No se trata de relatos extensos y mucho menos, difíciles de digerir. Son relatos breves, a veces demasiado breves que dejan al lector con las ganas de más. Ella suele emocionarnos con música y voz. Aquí lo hace con las palabras. Pretende, con la sencillez que le caracteriza, mostrarse tal y como es. Con ese desparpajo en lo que narra y con el sentimiento de quien comparte algo que lleva por dentro y que quiere que todo el mundo oiga. En estos relatos de su vida intenta mostrar su alma, lo que la motiva, sus alegrías y sus fragilidades, las vivencias que se esconden tras alguien que pretende vivir de la música. Sobre todo, estos fragmentos de vida recogen honestidad. Es Rozalén en estado puro. No busques en las páginas de este libro su vida, ni su biografía ni siquiera un conjunto de historietas reales. Es otra cosa. En ese estilo ágil de quien cuenta las cosas tal y como las vive, son páginas llenas de vida, de olores y de sonidos, de personas tan conocidos por ella que pasan a ser conocidas para el lector. Muchas de ellas están en el fondo de sus canciones y otras expresan lo que vive cantando lo que canta. Si te apetece descubrir a Rozalén, te invito a que además de oírla, la leas, para que la comprendas y la entiendas. Por cierto, casi desperdigados entre los relatos, encontraras dibujos de ella, que te harán soñar de alguna manera.
«Volver al cero. Me acostumbré al mínimo abundante de espectadores, un poco al reconocimiento… Me doy cuenta del acomodo y se me había olvidado que las cosas cuestan tanto trabajo… Aquí estoy, en una calle de Buenos Aires, volviendo al cero, a desplegar bien brillante las plumas, a salir a buscar y a tocar en la calle. Se me había olvidado que sólo unos cuantos giran la cara para mirar lo que escuchan porque tiene una vida, otros te regalan la sonrisa y algunos pocos de los seres sensibles se quedan contigo a compartir. A veces soy un poco insoportable y quiero siempre todo “aquí y ahora”. Pues claro… Las cosas cuestan mucho trabajo y es uno mismo el que más tiene que luchar por su proyecto. No debo bajar la guardia. Y qué felicidad provoca la conquista por goteo, sentir que te queda todo por hacer. Así me siento. Feliz. ¡VIVA! Seré mucho más agradecida a partir de ahora». p 87.