En estos días en que muchos alumnos se presentan a repetir la Selectividad, me topo con el siguiente titular: «Repetir no es un fracaso». La noticia cuenta la historia de un chico que, tras repetir Selectividad, consiguió entrar en la carrera que quería, Medicina, y, años después de carrera, consiguió su plaza como neurocirujano tras presentarse dos veces al examen MIR.
Leyendo su historia, recuerdo a tantos alumnos míos que pasan por lo mismo, y recuerdo las veces que, como profesora, les he dicho: «Bueno, si no lo consigues, abre tu mente…quizás hay otras opciones». Sí, y es cierto. Quizás hay otras opciones, estoy convencida de que hay que abrir la mente en cuanto el fracaso llama a tu puerta… pero no he caído en que también está la opción de volver a intentarlo.
Por mucho que tratamos de introducir en nuestras vidas los términos reciclar y reutilizar; por mucho que hoy en día nos movamos con mensajes como «volver a dar una oportunidad a lo viejo» o con propuestas como «dar una segunda vida a las cosas», aún seguimos creyendo que la primera vez es la que cuenta. Incluso nos convencemos de que la primera vez es la única vez.
Desde luego, tanta inmediatez y tanta rapidez en la obtención de resultados que nos proporcionan los buscadores de internet, las plataformas digitales, las redes sociales y demás adelantos tecnológicos están minando algo esencial para poder curtirse como persona: la paciencia, la observación, el cultivo de la espera activa, el esfuerzo, la perseverancia y, en consecuencia, la capacidad para ahondar en uno mismo y conocerse. Porque el camino que te lleva a volver a intentar las cosas te abre la puerta al descubrimiento de quién eres, qué quieres de la vida y si vas por el camino que debes ir. Te ayuda a conocer de qué eres capaz y de qué no (que también es importante), a retarte, a darte cuenta de tu nivel de ‘elasticidad’ en el ánimo y de flexibilidad ante los contratiempos.
Andamos tan necesitados de experiencias nuevas y de continuos resortes que reactiven la emoción e ilusión que la rutina desdibuja, que volver a intentar un examen que no salió, un sueño que se cayó, una propuesta que fracasó o una relación que se deterioró no entra en nuestros planes. Y no estoy diciendo con esto que nos demos chocazos contra la misma pared una y otra vez, empeñados en echarla abajo, aunque eso nos destroce. Estoy hablando de no rendirse a la primera, de parar por un momento y dejar que el fracaso nos hable, porque quizás éste tenga mucho más que decir que un éxito fulgurante logrado a la primera.
La vida tiene la extraña manía de insistir. Si algo nos quedó sin aprender, ella te vuelve a traer al mismo punto una y otra vez hasta que, por fin, aprendas. No es masoquismo. Es simplemente que te vuelve a dar una oportunidad. Si escuchas atentamente te darás cuenta de que el Señor tiene la costumbre de recordarte una y otra vez para lo que viniste a este mundo. Y Él tiene mucha más paciencia que nosotros.