La actualidad del fútbol, o mejor dicho todo el show que gira en torno al fútbol, está centrada en la conversación entre Gerard Piqué –capitán del Barça y dueño de una empresa que organiza grandes eventos deportivos– y Luis Rubiales –presidente de la Federación Española de Fútbol– a propósito de la organización de la Supercopa de España en Arabia Saudí. Unos audios robados y filtrados –y que apuntan a que serán más– en los que ambos personajes se reparten millones entre empresa y federación como quien cambia cromos, no dando al mundo precisamente una imagen de fair play institucional.

Conviene partir de la base de que es un robo de información, y por tanto una filtración de este tipo nunca podrá ser ni defendible ni loable. Pero más allá de esto ha mostrado algunos de los aspectos más podridos de nuestro fútbol profesional. El primero es la doble moral, la de dar lecciones y hacer totalmente lo contrario. Como si fueras poseedor de la verdad al más puro estilo de los políticos de nuestro tiempo, donde las palabras valen lo mismo que un titular y lo que de verdad te importa es lo que haces por la espalda, el dinero que te metes a través de comisiones, los contactos que tengas y el futuro que te labres. Donde solo ganas tú, siempre con muy buenas maneras, y por supuesto comprometidísimo con la esencia del deporte, eso que no se dude.

Y lo más triste, que detrás de un hermoso deporte –que también es espectáculo y un negocio legítimo, que conste–, se esconde un tráfico de influencias bastante opaco, donde no se piensa ni en el aficionado ni en las personas implicadas y solo se atiende al lucro de unos cuantos amigotes. En este caso se reparten varios millones, pero en otros países construyen estadios a base de explotar trabajadores y en diversas ligas el dinero proviene del sospechoso negocio del petróleo, cuando no del gas ruso. Más todo lo que no sabemos y podemos imaginar. Y mientras muchos vibramos con lo que ocurre en el campo y sentimos que a veces nos va la vida en ello, otros manejan las cloacas de los palcos matando la esencia y los valores del deporte con el maldito dinero mientras nos hacen creer que son sus grandes defensores. La verdad, o somos tontos o preferimos mirar para otro lado.

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