Serían muchas las cualidades que cabría destacar de esta magnífica selección de Baloncesto que nos ha regalado el premio de disfrutar del Oro en el mundial celebrado en China, pero si me tuviera que quedar con una destacaría la designación, que se ha hecho viral a través de las redes sociales, de esta selección como #LaFamilia.
Me gusta porque una simple palabra esconde muchas atribuciones que, entre los jugadores de nuestra selección, se han visto reflejadas no sólo en las canchas sino en la convivencia durante el torneo.
Detrás de la expresión #LaFamilia se esconde un cuidado de todos y cada uno de los miembros de la expedición. Un cuidado que tiene un foco especial en la figura del entrenador. El entrenador ha sido capaz de acompañar, cuidar, animar, corregir y alentar a cada uno. Ha sido capaz de conocer no solo lo que se muestra en el ágora sino también lo que pasa por el corazón. El entrenador conoce los nervios previos de los partidos, las euforias tras las victorias, los vértigos ante una final. El entrenador acude con autoridad y compresión a cada uno y le hace sentir especial, importante, único. La figura del entrenador ha sido muy importante pero no queda ahí la cosa. Entre los jugadores de nuestra selección hemos podido ver la esencia propia del cuidado familiar. Los gestos de aprecio que unos y otros se tienen. El cuidado de los veteranos con los recién llegados. La alegría tras las victorias o el buen ambiente en el vestuario como si fuera el salón de una casa donde todos son hermanos se juntan para compartir lo vivido durante el día.
El triunfo de #LaFamilia ha sido el triunfo de un grupo que está más preocupado en ayudar que en destacar. Un grupo capaz de hacer que cada uno de sus miembros salga de su propio amor, querer e interés y piense en el colectivo, en la comunidad, en el equipo. Un grupo que lo da todo en cada minuto sin dejar nada para el minuto siguiente, porque nunca sabemos lo que nos traerá el futuro. Un grupo capaz de integrar los diferentes talentos recibidos y vivirlos con humildad, sin búsquedas orgullosas o vanidosas. Un grupo que sabe y reconoce la misión que se le encomienda y que es capaz de asumir el reto, sin miedo y sin pudor porque sabe que no esta solo, que van con los demás a luchar por lo mismo.
La imagen de todos los jugadores convocados unidos en el medio del campo, abrazados, inclinados hacia delante escuchando las palabras del entrenador, es la imagen de un equipo que ha comprendido que ante la vorágine individualista el mejor remedio para conseguir un objetivo es afrontarlo en equipo, en conjunto, en comunidad, #EnFamilia.