Esta semana el mundo de la ciencia celebra el 150 aniversario del nacimiento de Marie Curie. Entre los muchos hitos de este icono de la medicina destaca el descubrimiento de la radioactividad y el de ser la primera persona en ganar dos premios Nobel en disciplinas diferentes: física y química. En un tiempo en que las mujeres no tenían acceso a la educación se convirtió en la primera profesora de la Sorbona y tuvo la certeza de que el mundo se cambia mejorando a las personas.
Pero los que conocían a Marie destacan entre sus muchas virtudes su pasión por la ciencia, más allá incluso que su inteligencia o capacidad de liderazgo. Un afán que no solo le llevó a romper los esquemas de su tiempo y a revolucionar la medicina, sino a entender su vida y la ciencia como una oportunidad de poner los dones al servicio de los otros. De esta forma fue capaz de vencer el miedo y con perseverancia y confianza se convirtió en un referente para la sociedad de su tiempo.
La vida de Marie Curie nos recuerda la necesidad que tiene el mundo de gente apasionada. Personas capaces de buscar y apostar sus talentos al servicio de la humanidad. Aptitudes que se convierten en fuegos capaces de iluminar los escenarios más oscuros. Ojalá que cada uno de nosotros seamos capaces de descubrir aquello que nos apasiona y que nos haga planificar nuestra agenda y cambiar nuestro corazón y el del mundo. Seguramente ninguno ganemos un premio Nobel, pero sí podemos descubrir en algún momento que tiene sentido apostarlo todo y ser referentes trabajando por los demás.