Este año 2019 viene marcado por una intensa agenda espacial. China acaba de alunizar en la cara oculta de la Luna, la NASA ha logrado llegar a los confines del Sistema Solar con New Horizons y la sonda la Osiris-Rex explorará los orígenes de muchos asteroides y cometas con precisión casi cinematográfica. Proyectos que ayudarán a descifrar la procedencia de ciertos componentes imprescindibles para la vida, el origen de los planetas o el final de los dinosaurios entre otros. Al mismo tiempo, la aparición de nuevos horizontes reformula preguntas, plantea retos nuevos y nos permite caminar.

Más allá del coste y la lucha de egos entre científicos –y gobernantes– nos encontramos ante grandes noticias. Primero porque por mucho que algunos lo nieguen, ciencia y religión no están reñidas, sino que se complementan y se necesitan mutuamente. Lo contrario, arrastra a cada campo del saber a la soberbia, a la autorreferencia y a la mezcla de intereses. Comprender el ser humano, la naturaleza y el universo es un camino para llegar a Dios. Cada vez que un científico hace un descubrimiento o un estudiante abre un libro es una victoria, pues es un paso hacia la verdad que nos hace libres y nos revela parte de la esencia del hombre. Adentrarnos con profundidad y rigor en el mundo de la ciencia nos empuja hasta un misterio que nos atrae y nos desborda. Cuanto más conocemos más admiramos, pero al mismo tiempo evidenciamos nuestra propia ignorancia porque asumimos que nunca lo sabremos todo.

La conquista del espacio propicia siempre una lluvia de preguntas tan nuevas como imprescindibles, algunas de ellas tan impactantes que harán incluso temblar nuestros cimientos. Ya ocurrió con el Bing-Bang o con la Teoría de la Evolución, y en vez de agrietar nuestra fe, nos hizo madurar nuestro modo de entender al ser humano y cambió nuestra imagen de Dios. Aprehender necesariamente nos transforma y nos hace reformular nuestros planteamientos una y otra vez. Lejos de asustarnos ante tanto hito y novedad, necesitamos cuestionarnos y dejarnos tocar por la realidad constantemente para poder ganar claridad. En ocasiones, precisamos mayor perspectiva para descubrir aspectos del ser humano casi indescifrables desde el planeta azul. Ojalá esta nueva etapa espacial no se quede solo en fantasía de ciencia ficción y nos permita interrogarnos una y otra vez para buscar la verdad al servicio de la humanidad y no de egos ni mercados.

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