En la campaña de una conocida marca de cerveza se plantea que cada persona tiene una mochila vital llena de cargas que son un peso en el día a día: rutina, sacrificio, no saber decir que no, un proyecto de vida fallido, un viaje nunca realizado, una aspiración no lograda… Cada protagonista cogía su mochila y metía los pesos relacionados con esas cargas. Durante los siguientes días tenía que llevar la mochila para darse cuenta lo que eso le supone.

Tengo que reconocer que me pareció un poco infantilizado y falto de profundidad. Sin duda todos llevamos una mochila vital a nuestras espaldas pero quizás conviene hacer algunos matices:

– Es imposible hacer un camino y no llevar una mochila con cosas que metemos y quitamos, y otras que permanecen.

– Es imposible vivir sin tener frustraciones, dificultades, incoherencias, añoranzas, etc. Esto es quizás algo elemental, pero que cada vez nos cuenta más aceptar aferrándonos al Peter Pan que se esconde entre tanta inmadurez.

Es imposible querer vivir todas las vidas, y aún más, sin aceptar que hay que elegir, qué hay que aceptar, que hay que renunciar, etc. Aprendamos a aceptar las frustraciones. No existen las vidas fáciles o ideales.

Es imposible vivir sin heridas, sin cicatrices, porque caminar es intenso si se hace de verdad y conlleva consecuencias.

Seguramente si los protagonistas del anuncio hubieran escogido la vida que añoran igual ahora elegirían la mochila que tienen actualmente. Siempre queremos e idealizamos lo que no tenemos. Y es que quizás lo que nos falta es saber darle sentido a lo que vivimos. Las cargas más pesadas son aquellas que no tienen un porqué o un para qué.

¿Acaso la madre que no pudo estudiar pero se sacrificó para sacar sus hijos adelante y darles una formación no le da sentido a tanto sacrificio y entrega? ¿O el padre que pasa penurias para que sus hijos puedan cenar? ¿O la persona que renuncia a un estilo de vida para darse los demás con su vocación incluso hasta la muerte?

Seamos maduros. Vivir por amor De Dios para los demás, sana nuestras frustraciones, nos ayuda a aceptar nuestra vida al ser amados por Dios y nos ayuda a entender que en la rutina, en el sacrificio, en la entrega puede haber un sentido de vida plena.

 

 

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