La tradición ha dado a los dos ladrones que fueron crucificados junto a Jesús los nombres de Dimas y Gestas. Estos personajes han sido caracterizados en el arte con una fisionomía que ayude a reconocerlos: Dimas suele tener cara de bueno y Gestas, por el contrario, de malo. En los pasos de Semana Santa, los escultores cuidaron mucho estos detalles, puesto que eran obras de arte que estaban destinadas a catequizar al pueblo. Sin embargo, a veces hemos entendido que uno representa a los buenos y el otro a los malos, cuando creo que en realidad, cada uno de ellos encarna una parte de nosotros.

Así, Francisco del Rincón, al esculpir en el año 1604 en Valladolid el primer paso procesional realizado en madera policromada; el de la Elevación de la Cruz, retrató a Dimas mirando con ojos de fe a Cristo, mientras que Gestas mira con rostro agresivo y enfadado al espectador. Algo parecido ocurre en el paso sevillano de La Conversión del Buen Ladrón. En él, el crucificado (obra de Juan Martínez Montañés) busca la mirada de Dimas, mientras que Gestas rechaza la mirada de Jesús girándose hacia el espectador.

Si sabemos mirar, ambos pasos, con sus juegos de miradas nos están hablando de nuestras vidas. De aquellas veces en las que se nos plantea el dilema de mirar o no a Dios en medio del sufrimiento de este mundo. De todas esas ocasiones en las que preferimos girarle la mirada a Jesús, porque nos da vergüenza reconocer que hemos hecho mal las cosas, o no acabamos de fiarnos de que su actitud es siempre la del perdón y la acogida. De esos momentos en los que nuestra soberbia nos hace centrarnos más en nosotros y en nuestros proyectos que en la mirada altruista y desinteresada del Evangelio. Pero también, las miradas de los ladrones nos recuerdan que dentro de nosotros está esa semilla de bondad que, pese a nuestra fragilidad, nos lanza con valentía detrás de Jesús. Nos convencen de que, pese a nuestros pesimismos, junto al Señor somos capaces de mirar más allá y de actuar de otra manera, de pasar haciendo el bien.

En el fondo, nuestro interior es como un paso de Semana Santa en el que también están Dimas y Gestas mirando a Jesús. De nosotros depende dónde fijamos nuestra mirada.

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