Imagínate entrando en la mejor heladería, una que ofrezca al menos 1000 sabores diferentes y diversas combinaciones para elegir. ¿Qué es lo primero que haces? Lo más obvio sería revisar tu presupuesto. Metes la mano en tu billetera y te das cuenta de que sólo te quedan cinco euros. Luego, observando los precios en la pantalla, te das cuenta de que cada sabor que elijas tiene un costo de 2,5 euros, y que sólo podrás elegir dos sabores de entre los mil disponibles. ¿Cuál prefieres? ¿Por qué optas por ese sabor? ¿Qué ocurre con los que has rechazado?
Cosas similares nos suceden todos los días. Tomamos múltiples decisiones y a menudo nos resulta difícil encontrar la respuesta correcta. Nos frustramos al enfrentar la elección de algo que necesitamos o deseamos. Sin embargo, nuestro temor no radica en la elección en sí, sino en el rechazo de las demás opciones. Cuando nos encontramos en estas situaciones, a veces nos paralizamos ante las posibles decisiones y preferimos decir «lo voy a pensar» o «decide tú», permitiendo que las opiniones de otros influyan en nuestra decisión.
No es malo buscar consejos; al contrario, a veces es necesario para obtener una perspectiva más completa. Sin embargo, lo que no es saludable es tomar decisiones pensando únicamente en los demás y sin considerar nuestro propio bienestar. En la mayoría de los casos, siempre tenemos dudas sobre las cosas que elegimos, porque nuestra mente nos plantea la pregunta: ¿qué habría sido si…? Sentirse 100% seguro de una decisión es un don raro que no todos poseemos. No es malo sentir inseguridad ante una elección, siempre y cuando esa inseguridad no se convierta en un obstáculo para decidir.
Jesús, maestro por excelencia, nos invita a orar ante cualquier decisión. En cada etapa de su vida, se apartaba para orar, ya que a través de la oración podía descubrir la voluntad de su Padre. Su ejemplo como creyentes debe inspirarnos en cualquier proceso de discernimiento. Así como en la heladería de la vida, nuestras elecciones pueden ser tan diversas como los sabores disponibles. Aprendamos a abrazar la incertidumbre, a tomar decisiones con valentía y a apreciar la riqueza de la diversidad en nuestras elecciones y en las de los demás. Como nos enseñó Jesús, la oración puede servir como nuestra brújula en momentos difíciles, permitiéndonos descubrir la voluntad divina que guía nuestros pasos.