Una de las peores cosas de hacerse mayor es de repente darte cuenta de que tienes el poder, y deber, de tomar decisiones que van a tener un impacto permanente en tu vida, al menos en la más inmediata. Durante muchos años tus padres tomaron el timón, pero de pronto te encuentras ante un mundo que exige respuestas inmediatas.
Para intentar ayudar con esto, san Ignacio nos dejó la herramienta del discernimiento. Con esto, pretendía que de alguna manera involucráramos a Dios en el proceso de toma de decisiones. Que igual que llamamos a mamá o un amigo, incluyamos también a Dios en la conversación, intentar escuchar lo que Él tiene que decir. Nos dejaba una herramienta con la que pudiéramos intentar distinguir lo que viene de Dios y lo que no.
Y aunque el proceso no es sencillo, y muchas veces parezca que nos enfrentamos a un silencio inquebrantable al plantear nuestras dudas en oración, si miramos hacia atrás veremos cómo Dios ya nos ha guiado en decisiones pasadas.
El proceso de aprender a discernir puede ser complicado y en muchas ocasiones dar con la voluntad de Dios puede parecernos imposible, la línea entre el Buen y el Mal Espíritu es indistinguible. Por eso me gustaría pedir Luz para ser lo suficientemente valientes para enfrentarnos a esos silencios y seguir acudiendo a la oración. Y pedir Luz para sabernos conscientes de lo afortunados que somos por tener a Alguien que, sean cuales sean las decisiones que tomemos, Él estará ahí para acompañarnos.