Hace unos días la liturgia de la Iglesia nos presentaba el pasaje del Evangelio en el que los discípulos de Juan se acercaban a Jesús y le preguntaban: «¿por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Esta pregunta viene a decir, de forma crítica: « ¿por qué aquellos, que son judíos, no practican la religión como nosotros, también judíos?».

Salvando distancias, la pregunta puede recordar a actitudes que podemos encontrar dentro de la Iglesia. No es extraño que quien frecuente grupos de distinta sensibilidad se encuentre con comentarios de este tipo. Hay personas muy devotas de la Adoración del Santísimo Sacramento, y que creen que quienes no lo practican son una suerte de católicos «tibios», y hay quienes no la practican y consideran que los devotos de aquella son unos «carcas», y que lo mejor es reunirse para comentar el Evangelio. Podemos encontrar la misma separación, por ejemplo, entre aquellos partidarios del órgano «por la solemnidad y dignidad que da a la misa, no como la profana guitarra», y aquellos partidarios de la guitarra y otros instrumentos «porque transmiten mayor sentimiento y es más cercano a la sensibilidad actual de los jóvenes, no como el órgano que es más propio de las personas mayores».

Estas discusiones se alejan del tema central, que es el encuentro personal con Dios, el poder hacer experiencia de lo divino. Mientras se dé dentro de la unidad y el orden de la Iglesia, bienvenido sea todo lo que ayude a encontrarse con el Señor, pues, como dice san Ignacio, todo es medio para que el ser humano alcance su fin, que es Dios. En lugar de criticarnos mutuamente por lo que hacemos, alegrémonos por la fe y la práctica de nuestros hermanos, o respetémosla al menos.

 

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