Hace pocas semanas se ‘descubrió’, al restaurarlo, que un cuadro que estaba en un rincón del almacén del Museo del Prado de Madrid era una copia (muy buena eso sí) de La Gioconda de Leonardo da Vinci. Y ahora multitudes peregrinan al museo para ver tal novedad (un cuadro del s. XVI). Personalmente nunca le he visto la gracia a la Gioconda, quizá porque en el Louvre hay otras muchas obras de arte que realmente me sobrecogen. Pero las pocas veces que he ido no he dejado de ir a verla, aunque siempre quedaba un poco decepcionado. Y sé que en cuanto tenga oportunidad iré al Prado a ver la Gioconda madrileña.

Nos encantan las novedades, ya sea la última película de Hollywood, la última aplicación de Apple o tuitear usando el trending topic que pega justo ahora. Y es verdad que en nuestra sociedad de la información todo caduca muy rápido. Pero puede pasarnos que está pasión por lo último nos ciegue para disfrutar de tantas cosas que no están en las primeras posiciones del timeline: como el Cristo de Velázquez en el Prado, que tiene una belleza permanente; rincones de nuestra ciudad que quizá hayamos visto muchas veces pero que no hemos ‘descubierto’; el compañero que tenemos al lado, que aunque nos hemos acostumbrado a él sigue teniendo mucha riqueza humana por explorar. Ojalá que como los restauradores del Prado podamos ‘descubrir’ que tenemos muchos tesoros justo aquí al lado.

Te puede interesar

PastoralSJ
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.