Pasan los días y la vida y legado de Nelson Mandela a la humanidad sigue reflejándose en medios de comunicación y redes sociales. De entre todos los gestos profundamente humanos hay uno que descolocó a los suyos y a sus enemigos: habló de unidad, perdón y reconciliación tras estar 27 años en la cárcel, e impulsó un modelo de reconciliación social donde se daban espacios para que los verdugos hablaran y explicaran la verdad, y las víctimas expresaran su historia de dolor y escucharan la palabra ‘perdón’.Sudáfrica nos puede quedar lejos y la humanidad profunda de Mandela de otro planeta, pero el caso es que estas experiencias profundas se viven muy cerca, en nuestro propio país, y quizá sea buen momento para acercarnos a ellas.

Hace unos días tuve la enorme fortuna de charlar con una persona que ha sido mediadora en 13 encuentros restaurativos entre exetarras y sus víctimas o familiares, y contaba que pocas veces había visto a Dios tan claro y tan vivo como en esos momentos.

Tras semanas de preparación cuenta que todo empieza por una mirada, luego las primeras palabras del agresor que lleva tiempo preparándose, entre ellas se pronuncia el primer perdón… Más tarde las preguntas de las víctimas que necesitan saber, y el preso responde de la manera más cruda. La víctima le relata todo su dolor, sus sueños frustrados, el otro escucha y se retuerce con todo su cuerpo…y así hasta que la propia víctima llega a preguntarle cuál es su historia de dolor, y este cuenta, desahoga, y ahí nace con claridad la humanidad más profunda de todo ser.

Finalmente hablan de lo cotidiano, se repite la palabra perdón, y cuentan que llega hasta producirse el abrazo, sí, el abrazo. «La vida nos la jugamos en el amor y en el perdón», dice este amigo mediador, pero apunta que la gran dificultad es el miedo. Hoy en esta sociedad atemorizada, dividida, fragmentada, podemos encontrar la más profunda humanidad en la valentía de aquellos y aquellas que se atreven a asumir responsabilidades, pedir perdón, acoger el dolor, atreverse a ser algo más que víctimas, hoy también encontramos ejemplos de reconciliación, sí, reconciliación, la construcción de un nosotros aquí, no sólo en Sudáfrica. Puede parecer novela de ficción, pero, ¿no es a este perdón y acogida radical a lo que nos llama Jesús desde el evangelio? Y leo y leo sobre el legado de Mandela, y dejo reposar las notas de aquella charla, llena de un enorme respeto en el fondo de mi alma nace la esperanza.

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