¿Alguna vez te has planteado que las adicciones puedan provocar un estado de emergencia? Quizás no, porque es algo normalizado, y también quizás porque vivimos en una sociedad que nos invita a rechazar el consumo de drogas, desde la escuela con multitud de programas, campañas… Sin embargo, todo eso está fallando. La droga, el consumo de heroína vuelve a repuntar y, de hecho, Estados Unidos ya ha decretado que se trata de una “emergencia nacional”. La heroína está irremediablemente unida a una época, los 80-90, a la imagen del “yonqui” marginal, al SIDA, a zonas excluidas socialmente… Que no nos engañe esta imagen, que no la veamos ahora no significa que no sea un problema. Los tiempos han cambiado, el perfil del consumidor también. Pero la droga, la heroína sigue siendo tan letal como en aquellos años. Y las estadísticas son cada vez más preocupantes.

Es hora de una respuesta a la altura de la emergencia que vivimos. La hora de una sociedad unida y fuerte que no sólo eduque, sino que vaya a la raíz del problema, porque no olvidemos que lo que busca todo “yonqui” es la felicidad, el momento de subidón que te saca de una rutina a veces insoportable. Pero en el proceso acaba pagándolo con su vida. Debemos preguntarnos qué felicidad promovemos y publicitamos, a qué la asociamos. La raíz del problema está ahí, en una insatisfacción que inconscientemente vamos alimentando y que en algunos no halla más solución para cubrirla con las drogas. Esto es una tarea de todos, requiere de nosotros una respuesta a la altura, de solidaridad y acogida, pero también de cambio de criterios y plantear una sociedad en la que felicidad y consumo no sean inseparables. Ahora ya es una emergencia, pero todavía estamos a tiempo.

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