Supongo que este es un sentimiento extendido entre muchos madridistas y no madridistas. La sensación de que en el Madrid se han equivocado boicoteando el Balón de Oro con su ausencia en la ceremonia de París. Porque aunque uno no gane, las reglas, los premios y los méritos de los demás siguen teniendo valor. Y es que no aceptar que otro ha ganado, no solo no te hace mejor jugador, sino que te hace peor deportista, porque el fracaso y la frustración forman parte del juego, tanto en el fútbol como en la vida.
Por muchos chanchullos, intereses ocultos y corrupción que pueda haber en torno al negocio del fútbol, la injusticia no se compensa nunca con más injusticia, tampoco jaleando la histeria colectiva. Si crees que hay algo que ha sido injusto contigo, no lo arregles agrandando el drama y honra al ganador con tu presencia, pues el escándalo no suele ayudar. Esfuérzate, entonces, por hacerlo bien, de tal forma que vean que se equivocaron contigo y que vales mucho más de lo que otros creen. O que tú eres más caballero que aquellos que mueven los hilos por detrás. Mejor que hablen de ti por tu elegancia que por tus rabietas. Y si puedes habla en el campo con goles y compañerismo, como lo hacen los buenos deportistas, dicho sea de paso.
Quizás este esperpento mediático sea un ejemplo más de nuestra cultura relativista, victimista e histriónica, donde el valor del bien y del mal -y por tanto, lo bueno y lo mejor- solo se entienden desde el propio ombligo. Y el infantilismo colectivo no puede ser una opción, y menos si quieres hacerte respetar, tanto en lo institucional como en lo deportivo.
Ojalá los niños admiren a los jugadores por sus goles y por sus valores, y no por comportamientos como este, porque quizás Vinicius no sólo no ha ganado el Balón de Oro, sino que ha perdido el crédito del que sabe perder, algo que, como todos sabemos, ya se trae aprendido de casa.