El pasado sábado, el Real Madrid ganó su decimoquinta Copa de Europa, la sexta en diez años, y aunque parezca fácil, la historia nos ha demostrado que no lo es. Es cierto que estas competiciones tienen gran parte espectáculo y de negocio y que no todos pueden aspirar a ello, pero sí pueden darnos lecciones -a nosotros y a los más pequeños- sobre trabajo, perseverancia y adaptación y superación, sobreponiéndose a contratiempos como lesiones de jugadores clave, malos inicios de temporada y críticas constantes.
Sin embargo, cada obstáculo puede servir para fortalecer al equipo y a la comunidad, para hacernos mejores, demostrando que el éxito no es solo una cuestión de talento -que sin duda, es necesario-, sino también requiere de carácter y determinación, así como de reconocer los propios defectos, teniendo una actitud crítica y constructiva, pues problemas vamos a tener siempre. Y que no todo es dinero, de lo contrario hubieran ganado otros.
Y es que, como en la vida, las adversidades son inevitables, cada uno con las suyas, unas aparentemente más difíciles que otras, pero todas significativas. Por ello, hazañas como esta, nos recuerdan a la gente corriente -que somos la gran mayoría- que quizás la clave no está en el hecho de ganar o de tener éxito siempre, sino que parte del verdadero triunfo está es conseguir aprender de cada contratiempo y convivir con la incertidumbre, para ir haciendo de nuestra vida y, sobre todo, de nuestro mundo, una realidad mejor.