“Los que lo habían arrestado lo condujeron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían concentrado los letrados y los senadores” (Mt 26,57)
El lugar de la hipocresía, de la ceguera, de la tradición impuesta, de la incapacidad para imaginar alternativas. El lugar donde se quiere encorsetar a Dios en un libro, una ley o una historia… sin comprender que Dios desborda lo que percibimos… que es humano irlo descubriendo. Que el Abbá misericordioso es mucho más hondo que el juez de la ley. El lugar de los problemas imaginarios frente a los reales.
Ese Sanedrín que no te comprende, que te percibe como un hereje, como un blasfemo por tomar el nombre de Dios en vano, me recuerda tantos momentos en que en nuestra vida, en nuestras sociedades, y a veces, tristemente, en nuestra Iglesia, nos comportamos así… juzgando y prejuzgando. Instalados en unas convicciones que no nos permiten descubrir la gracia. Atados a una tradición que, en lugar de ser inspiración e historia, convertimos en una losa.
Señor, enséñame a vivir con apertura de mente, a ver en lo profundo. A dejarme sorprender. A no instalarme definitivamente en convicciones que me dan seguridad, pero me alejan de mis hermanos. Ayúdame a estar siempre dispuesto a conocerte un poco mejor.
NO PERDAMOS EL TIEMPO
Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras, un concierto de perros,
una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel,
y no decir lo íntimo, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo,
que hay bastantes viviendo debajo de las latas
con lo puesto y aullando,
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde
poniéndole en el hombro nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia
convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo,
trabajemos, que al corazón le llega poca sangre
Gloria Fuertes