Quizás hayas oído hablar de este mal llamado “juego”. Inspirándose en la metáfora de la ballena azul (un cetáceo que llegado el momento puede llegar a suicidarse lanzándose contra la costa) Philipp Budeikin, un joven ruso (que actualmente se encuentra en prisión) ha creado una dinámica infernal para los usuarios de internet. Se trata de un conjunto de cincuenta pruebas que deben realizarse en el mismo número de días. Incluye llamadas nocturnas, mensajes, marcas y heridas en la piel y todo tipo de prácticas temerarias que deben culminar con el suicidio del joven participante. Su objetivo, según su creador: mejorar la humanidad, a la manera de los peores regímenes autoritarios. Es decir, eliminando a los sujetos más débiles y más “tontos”, que son en definitiva los susceptibles de caer en esta trampa mortal de la era digital. 

Lo cierto es que asusta pensar que pueda existir gente dispuesta a crear y a colaborar en una dinámica tan terrible como ésta. Pero quizá aterroriza todavía más el hecho de que son muchos los jóvenes –se habla de Rusia, Brasil y Chile como los lugares donde ha tenido más extensión hasta el momento- que han caído ya en esta ratonera, llegando incluso a perder su propia vida. 

Y ante estas dos realidades, te preguntas: ¿qué tipo de sociedad hemos creado, en la que la cultura de la muerte, la lucha de los más fuertes y la voracidad son capaces de poder con la vida?, ¿no tenemos nada mejor que ofrecer a nuestros jóvenes más vulnerables para que no caigan en estos engaños?, ¿no sabemos acompañar a las generaciones del futuro?, ¿no somos capaces de transmitirles unos valores más humanos, optimistas e integradores? 

Ciertamente este tipo de dinámicas asustan, y ante ellas, cada vez pienso con mayor agradecimiento el privilegio que constituye la fe. Porque el cristianismo auténtico (no el desdibujado, caricaturizado o descafeinado) nos presenta una mirada de vida y no de muerte. Nos habla del amor incondicional de un Dios dispuesto a dar la vida por la humanidad. Y esto hace que todos (incluyendo por supuesto a los más débiles, pobres e insignificantes), tengamos un hueco, un papel y una misión en este mundo. 

Ojalá que quienes ponen su desesperación o falta de sentido en manos de esa misteriosa ballena azul, pudieran encontrar en Jesús, que pasó por el mundo dando motivos a los más excluidos, un motivo de esperanza y de lucha. No sólo para resistir, sino más bien para darse cuenta de que, en este mundo, nadie sobra, puesto que todos tenemos un gran papel, que es el que Dios ha querido darnos. 

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