Es difícil haberse asomado a internet en las últimas semanas y no haber visto el vídeo de Kony. Una organización compuesta por jóvenes estadounidenses ha querido dar a conocer esta realidad: un ejército liderado por el tal Kony que ha perpetrado matanzas en Uganda, Congo, Sur-Sudán y ahora en la República Centroafricana.
El video es un ejemplo de cómo una campaña mediática puede dar la vuelta al mundo (más de 100 millones de personas la han visto) en pocos días. Muchos alaban tan noble iniciativa, pues hoy muchos conocemos más sobre este terrible y sanguinario ejército que se nutre de niños y niñas soldados que son secuestrados.
Tampoco le faltan detractores, que apuntan que este problema lleva ya años y nadie hablaba de ello, que los que han hecho el video dejan mucho que desear (uno de ellos ha sido detenido por escándalo público) o que el video usa recursos facilones para ganar la atención.
Y todo esto es verdad. Pero el video de Kony nos enseña muchas cosas: que es relativamente fácil centrar nuestra atención en una cuestión con una buena campaña mediática y que los medios de comunicación y las redes sociales se pueden usar para denunciar injusticias; que hay que tratar los problemas con más rigor y que tenemos la tentación de caer en el paternalismo y el sensacionalismo al tratar problemas que nos quedan lejos; y que, además de las matanzas del ejército de Kony, quedan muchas causas silenciadas que debemos denunciar y dar a conocer como primer paso.