Hace tres años el papa Francisco lanzaba este mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Migrante.
Estos días se pone de manifiesto en lo ocurrido en Burgos con el recorte del ayuntamiento a las ayudas a entidades que trabajan con personas migrantes.
En nuestra sociedad estamos acostumbrados a poner etiquetas para facilitarnos la comprensión de la realidad o para generar cierta identidad. Pero corremos el riesgo a nivel social y también en la Iglesia, de generar división y diferenciar el «los otros» del nosotros.
En Burgos estos días estamos viendo dos lógicas diferentes entre la trampa del «divide y vencerás» y el de «la unión hace la fuerza».
La invitación sigue siendo a construir juntos nuestro futuro, desde nuestra diversidad de todo tipo: edad, procedencia, ideología, creencia, etc. para seguir caminando a un futuro de justicia y de paz asegurando que nadie quede excluido.
Y esto no quita que tenemos que seguir aprendiendo a vivir juntos, a profundizar en la integración de unos y otros, a promover el diálogo para conocernos, comprendernos y convivir juntos.
Y a celebrar la riqueza del encuentro, como hicieron Abraham y Sara bajo la encina de Mambré.