Podría dedicar esta página a desmontar bulos sobre la migración. A explicar la necesidad de que reciban ayudas y de una política de fronteras que sea humanitaria. Podría dedicarla a denunciar las terribles escenas que día a día vemos en nuestras propias fronteras y en tantos muros con los que hemos dividido nuestro mundo. Podría recordar a las víctimas del camino, podría recordar que hemos convertido el Mediterráneo en un cementerio –en palabras del Papa Francisco– con nuestra desidia y desinterés.
Podría un año más aprovechar la Jornada Mundial del Migrante para señalar nuestro pecado con nuestro hermano forastero. Pero este año prefiero recordar que somos benditos cuando acogemos al forastero. Hoy no quiero recordar la realidad de que cuando no lo acogemos somos malditos y Dios niega conocernos (Mt 25, 35).
Creo que hoy necesitamos conocer la mucha vida que recibimos en tantas iniciativas, tantas personas, que empeñan su vida, su trabajo, su día a día en caminar junto a aquellos que viven en el camino. Acompañando una etapa del camino, un momento de descanso, los retrocesos, las crisis, las alegrías y los avances. Hoy quiero que al menos que tú, que te acercas a pastoralsj buscando un poco de reflexión y encuentro con Dios en la rutina, sepas que sí. Que la acogida, el compartir vida, vivir con los brazos abiertos no es solo un horizonte o un ideal. Es la realidad cotidiana de muchas personas en Durango, San Sebastián, Bilbao, Tudela, Valencia, Barcelona, Sevilla, Madrid, Valladolid, Burgos, Zaragoza, Almería… y muchos sitios que yo no conozco… y que aun así no son más que una pequeña parte del esfuerzo de la Iglesia por acoger a quienes huyen, a quienes no pueden vivir donde quieren, sino donde pueden. Muchas experiencias, muchas vidas gastadas y repartidas caminando juntos.
Hay muchos sitios que en su puerta, en su corazón ponen esta frase «quien viene a esta casa, está en su casa» y no como frase motivacional, sino como mera descripción de la rutina en la que se viven. Hoy prefiero usar esta página para que al menos un día al año sepas que existen, que sí que se puede vivir y caminar juntos. Sin importar el origen, pero con un mismo destino.