Hace pocos días en Vigo, al terminar una celebración con los jóvenes en la parroquia, el obispo les pidió que hicieran el favor de felicitar la Navidad y no las fiestas. Y la razón que les dio fue muy clara: en la Navidad los cristianos sabemos bien lo que celebramos, mientras que eso de las fiestas, suena a la fiesta de las tortillas de la aldea, o a cualquier otra cosa.

Lo cierto es que últimamente se viene escuchando y leyendo cada vez más ese “Felices Fiestas”, cuyo acento tan inclusivo y poco discriminatorio ha dado tanto de qué hablar en los últimos días. Esto puede convertirse en una excusa más para generar crispación, lucha y división en la sociedad, cierto. Pero creo que los cristianos no debemos de permanecer en silencio, o camuflar aquello que creemos por no herir o ser políticamente correctos.

Decir ¡Feliz Navidad! Nos recuerda que lo que celebramos estos días tiene su origen en el nacimiento de ese Dios que se hizo niño para salvarnos. ¡Si!, también el Año Nuevo, porque, por mucho que sea una fiesta civil, lo cierto es que contamos nuestros años a partir del nacimiento de Cristo.

Los cristianos no tenemos nada en contra de que los no creyentes, o los miembros de distintas religiones celebren la Navidad desde otra perspectiva. Pero, lo que no queremos es que con ello quieran silenciar u olvidar el acontecimiento trascendental que nosotros rememoramos cada 25 de diciembre.

Así pues, en aras de la tan reclamada inclusión, nos desearemos con más fuerza si cabe ¡Feliz Navidad! Porque queremos que lo cristiano esté incluido también en nuestra sociedad, y no se vaya excluyendo paulatinamente. Y porque creemos que todos pueden incluirse dentro de la verdadera y auténtica alegría de la Navidad, incluso aquellos que no la conocen o la rechazan.

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