Estos días, a muchos se nos encogía el alma con la noticia del hundimiento de un pesquero gallego en las gélidas aguas de Terranova. Demasiadas víctimas, demasiadas lágrimas, demasiados interrogantes. Como siempre que suceden estas desgracias, es complicado imaginar el dolor de las familias que probablemente no volverán a abrazar a los suyos, el sufrimiento de los propios pescadores y la desesperación de los que luchan contra el crono por mantener viva la esperanza. Un viaje convertido en pesadilla, una historia que nunca se debió contar.
Y es que a menudo se nos olvida que el ser humano debe convivir con la tragedia que rompe nuestra lógica simplista, la misma que reduce nuestras historias a meras casualidades y que da por hecho la vida. Sirva como ejemplo el mar, pues no es solo una puesta de sol en Galicia, una cala en las Baleares o bañarse en bikini en una playa del Caribe. Para muchos, especialmente para los que menos tienen, el mar significa peligro, ausencia e incertidumbre. La inmensidad del mar no solo nos recuerda el horizonte de lo eterno al que todos aspiramos, también puede convertirse –como la vida en general– en un agujero negro que acaba con proyectos, sueños y por supuesto vidas. La tragedia en su propia esencia nos alerta de lo efímero de la vida, nos recuerda cómo la naturaleza puede ganarnos el pulso por mucho que nos creamos inmortales dioses y nos cuestiona a cada uno de nosotros cómo queremos realmente vivir.
Sin embargo, cuando la realidad se rasga a través de tragedias como esta y sentimos que nuestra brújula pierde el norte, quizás podamos darnos cuenta de que ante la muerte solo Dios tiene una respuesta sólida y posible. En el abismo hacia donde todos caminamos, poco o nada puede decir el consumismo, el buenrollismo, la tecnología y, por supuesto, las distintas ideologías. Tampoco la cultura ni la filosofía más valiente se atreven a pronunciarse con claridad. Tragedia tras tragedia y siglo tras siglo, la fe en Dios sigue siendo el único salvavidas que mantiene la esperanza en esta vida y, sobre todo, en la que está por venir.