Probablemente Cáritas sea el sector de misión de la Iglesia mejor valorado por el conjunto de la sociedad actualmente, más allá incluso de las creencias religiosas. La labor asistencial, de acompañamiento y reinserción que desarrolla alcanza a millones de personas en nuestro país. Una laboriosa red que se extiende por miles de parroquias, decenas de miles de voluntarios, cientos de trabajadores, sacerdotes, consagrados y consagradas, personas comprometidas que con su entrega generosa hacen real la promoción de la justicia evangélica y contribuyen a la construcción del Reino de Dios.
Quizás por eso me sorprende enormemente la reacción de algunos que estos días en las redes han proclamado orgullosos que retiraban su apoyo económico a Cáritas, por una polémica creada por un medio y ante la que Cáritas ha salido al paso para poner luz allí donde otros han intentado confundir términos. «Hay que darles donde les duele, en el dinero», está siendo la consigna. Y tienen razón. En Cáritas duele la falta de recursos, que es constante y agobiante, porque constantes y apremiantes son las necesidades a las que se enfrenta.
Pero ¿es este el modo de mostrar el desacuerdo con algunas decisiones de Cáritas? Me sorprende la actitud de aquellos cristianos que ante un problema o una dificultad con la Iglesia responden retirándose en lugar de intentar conocer los porqués, comprender las motivaciones o incluso implicarse y cambiar aquello que no les gusta. No me parece que sea la opción adecuada, sinceramente. Un cristiano realmente comprometido, consciente de la realidad que lo rodea y que ha asumido la propuesta de Jesús para esa realidad, no debería limitarse a enfadarse y quedarse cruzado de brazos. Como el niño que se lleva la pelota si no se juega como él dice.
Si creemos que Cáritas –o cualquier otro sector de la Iglesia– ha cometido un error, primero hagamos el esfuerzo de comprender y perdonar, de no limitarnos a borrarles de nuestra vida y declararlos nuestros enemigos. Después, si consideramos que es grave hagámoselo saber a quién puede solucionarlo. Pero en todo caso no vayamos a dar «donde duele». Porque el daño no va a ser para la organización. Va a ser para todos aquellos que dependen de Cáritas, independientemente de los posicionamientos que esta haga. Quienes ni entienden de posicionamientos, ni de manifiestos, sino que ven una puerta siempre abierta, la de Cáritas, donde hasta entonces solo han encontrado rechazo e incomprensión.