En previsión de lo que podría pasar, en mi casa no se vieron las uvas por TVE, como se había hecho toda la vida. Hoy vemos cómo sucedió lo previsible, que en un guiño a la televisión que nos une de forma fraternal, se mostró una estampita de la vaquilla del Gran Prix como si fuera del Sagrado Corazón de Jesús. Pero lo que es sorprendente es que nos sorprenda, pues mofarse de lo religioso bajo la bandera de lo diverso y lo inclusivo es costumbre para algunos referentes culturales, y encima es algo que lo pagamos todos, no lo olvidemos. Y la verdad, no sé si merece la pena hablar de ello.
Sin embargo, creo que sí hay otro aspecto aún más triste que no podemos olvidar: es la opción por lo grotesco como carta de presentación. Al menos en España, la Nochevieja es uno de los espacios de máxima audiencia de todo el año, y las televisiones lo saben, obviamente. Por eso muestran lo mejor que tienen en un escaparate sin igual. Y el espacio de las campanadas reúne a la familia -desde niños hasta ancianos, y no solo a los amigotes para brindar-, y es testigo de un ambiente sagrado para bastantes personas. En muchos hogares, es un tiempo de emoción y de dolor -particularmente los que más sufren-, donde se mira sí o sí al pasado y al futuro que está por llegar, con buenas dosis de dolor, de nostalgia y de incertidumbre. Y si una televisión, pública en este caso -aunque no solo, dicho sea de paso-, quiere servir a todas las personas debe hacerlo asumiendo que no todo puede ser cachondeo, excentricidades o faltas de educación. No olvidemos que lo chabacano es síntoma de algo más, desde lo ético hasta lo estético.
Evidentemente, hay más vida que el concierto de Año Nuevo, discursos solemnes o la misa del papa desde la Basílica de San Pedro. Pero sí hay que reconocer que para servir a las masas -donde hay muchos pobres y excluidos- no vale solo con pan y circo. Los españoles merecemos algo más que lo chabacano, aunque dé votos y mucho que hablar. El pueblo que paga los impuestos también necesita seriedad, profundidad y buen gusto, que no son enemigos del entretenimiento y del respetuoso e imprescindibe sentido del humor.
Ojalá este 2025 nos traiga menos sectarismo, de momento solo podemos mejorar.