«Se llama Peter, un inmigrante sin trabajo pero es una persona muy honrada». Este era el titular del informativo de la primera cadena pública de España el viernes pasado. Qué ‘pero’ más terrible, pues indica que los inmigrantes sin trabajo no suelen ser honrados. En seguida pidieron perdón, pero inevitablemente se nos escapa, a todos, un racismo que impregna nuestra cultura.
En Estados Unidos andan con protestas por varios casos de violencia policial contra personas negras que han acabo en muerte y los policías no han sido condenados. Como sociedad, los estadounidenses, se están haciendo conscientes de un racismo estructural que viene de lejos.
Supongo que ninguna cultura puede considerarse libre de esta lacra del racismo. En España se va aprobar una ley para legalizar las ‘devoluciones en caliente’, es decir, devolver a Marruecos a los migrantes que salten la valla sin conocer su situación. Así se devolverán personas refugiadas de guerra, perseguidas por razones políticas, religiosas, de orientación sexual, menores desamparados, mujeres víctimas de trata o malos tratos, etc. Cuando al ministro de interior se le criticó por esta injusta ley, contestó cínicamente a los que protestan por esta ley «que me den la dirección y les enviamos a esta gente».
Esta ley hace de España un país más racista y menos acogedor. Sin embargo, muchos reaccionaron y se creó el hashtag #enmicasasí, porque hay muchas personas que abren las puertas de sus hogares a estos héroes que cruzan un continente roto para buscarse un futuro, aunque muchos mueran en el intento. Sigue habiendo quienes, frente al racismo, creen en la hospitalidad.