A las personas que amamos el deporte nos duele ver como la fuerza del interés mediático y comercial arremete contra los deportistas que luchan por dar lo mejor de ellos mismos. Algunos, víctimas de esa presión, se dejan llevar por los cantos de sirena y van perdiendo “bajo capa de bien” los valores propios y puros del deporte. Afortunadamente, hemos conocido personas que han sido capaces de regatear todas estas circunstancias adversas y han mantenido intacto el espíritu deportivo. Uno de esos deportistas es, sin duda, Andrés Iniesta. 

Estos días hacía oficial su retirada de los terrenos de juego, pero lo ha hecho sin perder su esencia. Iniesta, entre lágrimas, mantuvo la fidelidad y la integridad que le hicieron un gran jugador y, con sencillez y humildad, fue agradeciendo a todas y cada una de las personas que le acompañaron en su vida deportiva. 

No es fácil encontrar personas íntegras, que viven y actúan desde un mismo patrón ético. Personas que, ante la euforia o el dolor, mantienen un equilibro que les permite transmitir un “algo” especial. Andrés Iniesta es una de esas personas. Bien sea afrontando el dolor de las lesiones, o incluso la depresión; o bien, marcando el gol que dio a España la Copa del Mundo, Iniesta nunca perdió su esencia.

Valores como el reconocimiento de que sin los demás, sin el equipo, no podemos hacer nada; de que debemos ser humildes y no llamar la atención pero no por ello dejar de esforzarnos al máximo; de que nunca debemos tirar la toalla o que la familia es el pilar fundamental en el que apoyarse para no olvidar de dónde venimos, permiten entender que Iniesta no sólo ha sido un gran deportista, sino también un referente humano donde mirarnos. Gracias Iniesta por todo lo que nos has dado a través del deporte. 

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