Realmente hay situaciones que hacen reír… y dan que pensar. No sé si esta semana se habrán enterado de la polémica que se ha dado porque se han filtrado unas fotos de Beyoncé sin retocar con Photoshop. Así, Beyoncé al natural, sin la magia del retoque por ordenador, con sus granitos, arrugas, manchas… Los hay que han saltado a defender el honor de su diva perfecta. Otros opinan que sigue siendo muy guapa, y que ver que ella también tiene imperfecciones la hace más atractiva. Muchos otros se ríen o se lamentan de que algo tan trivial dé tanto de que hablar.

Cada poco tiempo aparece alguna persona famosa tras pasar por las manos de un cirujano con retoques más o menos llamativos, hasta el punto de alguna, como Renée Zellweger, que de tanto bisturí parece que se han cambiado de cara. Parece que tenemos que eliminar arrugas, ojeras, manchas, cicatrices…

Personalmente me gustan las arrugas en la cara, sobre todo si se fueron surcando a base de sonrisas compartidas. No me molestan las ojeras, sobre todo si nacieron al compartir el dolor o durante las horas robadas al sueño para cuidar a otros. Tampoco me disgustan las manchas que reflejan el trabajo bajo el sol o si son frutos de la experiencia. Las cicatrices son bonitas cuando muestran la belleza de la historia vivida.

Si la cara es el espejo del alma, quizá los esfuerzos no haya que ponerlos tanto en cambiar la cara

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