Veo con cierta perplejidad cómo, junto a muchos comentarios bien interesantes sobre el sentido profundo y la huella que la JMJ deja en los jóvenes, aparecen ataques a tal o cual aspecto de las celebraciones. Muchos de ellos con un denominador común: dogmatizar el gusto y negar que quepan alternativas.
En concreto, hoy he visto bastantes comentarios críticos con el padre Guillerme Peixoto, un cura DJ que en la mañana del domingo pinchó música para despertar a la gente. También he visto una polémica sobre los recipientes elegidos para guardar las formas consagradas en los oratorios, acusando a la organización de irreverente por el tipo de cuencos o las cajas que se utilizaron como sagrario.
La verdad es que es agotadora esta murga de los que creen que solo su opción es válida. ¿Qué no te gusta el cura DJ y preferirías gregoriano? Estupendo. Estás en tu derecho. Pero, ¿eso te autoriza a descalificar a la organización, y a quienes tienen otros gustos? Yo, me perdonáis, pero creo que no. ¿Que preferirías que hubieran pensado otra forma de distribuir la comunión y te parece que la solución para los problemas de logística no fue suficientemente solemne o formal? Tienes derecho a pensarlo. Pero, ¿de verdad eso te legitima para descalificar a una organización que habrá hecho todo lo posible para favorecer la experiencia religiosa de un millón y medio de personas?
Algo parecido me sucede cuando hay gente que de toda la JMJ lo único que destaca son los cantos ideológicos de un grupo de chavales desubicados, y aprovecha para decir: “¡Esto es la Iglesia!” Y también cuando llegan noticias sobre unos católicos queriendo impedir a otros católicos celebrar la eucaristía.
Gracias a Dios, la Iglesia es todo. El gregoriano y el DJ. El inmaduro que aún tiene que aprender lo que procede, y el que ya tiene formuladas las cosas. El que cuida con mimo y detalle los ornamentos, y con ello ayuda a otros a percibir la presencia del Señor, y el que busca soluciones concretas que, a veces, serán las que estén a mano. Lo menos eclesial es querer convertir la Iglesia en secta y faltar a la caridad con todo aquel que no comparte mis opiniones y gustos. Y no, no hay que dogmatizar ni opiniones ni gustos, que el dogma es bastante más serio.
¿No os cansáis de polémicas? ¿No os cansáis de visiones monolíticas? ¿No os cansáis de que haya quien se empeña en imponer solo una forma de ser Iglesia? Yo un poco cansado sí estoy.