Andamos agobiados preguntándonos por el futuro, por los panes que tendrá Dios para nosotros, por la vocación, por si ésta es la decisión correcta… Buscamos y buscamos respuestas a unas preguntas que, por supuesto, son importantes. Pero puede que detrás de todas esas cuestiones estemos escondiendo a Dios.
Claro que debemos preocuparnos por el futuro, pero muchas veces se nos olvida una de las cosas más bonitas que tenemos los cristianos: disfrutar de Dios. El amor que recibimos de Él es impresionante. De hecho, creo que a veces normalizamos lo que significa saber que tenemos en todo momento a un amigo que a la vez es padre para todos. En ocasiones, de pura costumbre o acostumbramiento, incluso hacemos que algo tan grande pierda valor.
Por eso quizá debiéramos dejarnos deleitar por Él, por su belleza que se oculta en la naturaleza, por entrar en una capilla y adorarle en el sagrario ¡cuánta grandeza en un sitio tan pequeño! Disfrutar de ser cristianos y del regalo que esto supone. Poder ver la vida con los ojos de Dios, elevando nuestra mirada, a veces tan corta y baja. Dios nos regala esperanza. Nos da una palabra que escuchar siempre que la necesitemos.
Dios es encontrar tu casa allá donde vayas. Un brazo que te saca y te cobija de la tormenta. Aquel que te cura y te salva hasta de ti mismo. En definitiva, tener fe y ser cristianos es haber tenido la mayor suerte del mundo por conocerlo a Él.