«Muchas gracias a todos los que me habéis mandado los vídeos de felicitación de mi cumpleaños». Son las palabras de Izan, un niño al que sus compañeros insultaron en su cumpleaños y que, gracias a su hermano y a un llamamiento por internet, ha recibido felicitaciones por su cumpleaños de futbolistas, cantantes y actores famosos.
La vuelta al cole no es algo fácil para algunos niños y jóvenes. Yo, que siempre he sido muy tímida (aunque mis amigos y conocidos no lo crean, pero es que una está muy trabajada ya…), volver a ver a mis compañeros era algo que me producía cierta inquietud más que alegría. Son edades difíciles, donde te preguntas muchas cosas, donde tratas de buscar tu lugar en el mundo… Tiempos en los que intentas descubrir quién eres. Y es ahí donde el bullying ataca y destruye. Te preguntas qué es lo que falla en ti para que te traten con tanto desprecio y brutalidad: ¿será el peinado? ¿Será mi ropa? ¿Será mi aspecto físico? ¿Será que no me gusta jugar al fútbol? ¿O que sí me gusta jugar al fútbol, aunque sea una chica? ¿Será que me apasionan los libros, aprender y saco buenas notas? A veces la respuesta es porque sí, porque te ha tocado sufrir.
Me cuestiono una y otra vez dónde está la solución al problema. Sí, los profesores debemos estar atentos, evitar que eso ocurra en nuestras clases y sancionar a quienes lo hacen. Pero, una vez que el niño sale del colegio, ¿quién se encarga de impedir que el maltrato y la vejación continúen? Sobre todo cuando hay todo un campo como son las redes sociales, a las que no se les puede poner puertas.
Es muy importante luchar contra el bullying, contra aquellos que han encontrado en el amedrentar su manera de desahogar no sé muy bien qué. Pero creo que la lucha también está en decir a quien lo sufre lo siguiente: uno, que ninguna opinión de nadie, por mucho que grite o chulee, define lo que somos; dos, que nadie tiene el poder de empequeñecernos, aunque parezca que sí; tres, que todos tenemos algo que nos hace únicos y valiosos, y aferrarnos a ello como quien se aferra a una columna cuando hace viento; cuatro, que no está solo, que nunca lo estará, que hay gente que precisamente le quiere tal y como es y por ello estará siempre a su lado; y cinco, y muy importante, que lo denuncie, que no tema decir lo que le está pasando, que no tenga miedo a recurrir a quien puede ayudarle a acabar con la situación, pues decirlo quizás salve a otros de padecer tamaña maldad.