Queridos Reyes Magos: Este año la lista de deseos es especial. Primero, lo de siempre, que este año parece más difícil de encontrar: un poco de salud para todos, un poco de serenidad para el conjunto y un poco de paciencia, también. Pero no solo.

La realidad que nos toca tiene poco de heroico al estilo de las películas de Marvel. No hay a quien derrotar con nuestra fuerza, ni mucho que hacer para que la situación cambie. No tenemos superpoderes. Es lo que hay.

Si releo mi carta a Dios del año pasado, me parece por un lado que pertenece a otra persona. Ese no soy yo, o al menos no soy el yo de hoy. Es el yo de una persona que pensaba que el mundo estaba para él. Que no había ya fronteras. Que su mayor peligro era la duda. Ingenuo, quizá. O quizá es que eran otros tiempos. Los lejanos años.

Por otro lado, esa carta que ya no habla de mí, sí que me habla a mí. La duda hoy no está en Él, sino en mí. En si pinto algo positivo en todo esto, o solo me dejo llevar a la espera de que por fin pase todo. Como si me fuese a despertar el 1 de enero y estuviese otra vez en aquella remota vida de inicios de 2020.

Supongo que sabéis que este año ha ido, sobre todo, de cuidar, de lo escondido, de lo pequeño. Y esto es difícil para un tipo de 25 años con ganas de figurar en todos los carteles. El paso del ser al no-ser-tanto, solo por amor. El año en que cuidar dejó de ser un mantra para convertirse en un ejercicio de realidad responsable.

Lo curioso de cuidar, queridos Reyes Magos, es que no es un ejercicio muy activo. Especialmente en estas circunstancias, cuidar es, ante todo, dejar de hacer muchas cosas. Y eso cuesta. Y a veces escuece.

El asunto es que no hay discusión. Cuidar no es una opción, es un imperativo. Así que no os voy a pedir fuerzas para hacerlo. No se trata de eso. Este año quiero pediros otra cosa: quiero pediros sencillez. Sencillez porque voy a seguir haciéndolo. Voy a seguir intentando cuidar en silencio por fuera, pero no puedo evitar gritar por dentro. Y cuando uno grita por dentro cae fácilmente en el cinismo y la desidia. Y desde ahí se sirve, pero se sirve mal.

Quiero pediros libertad: no para hacer más cosas, sino para hacer menos. Y para amar más. Para saber responder con ternura a eso de «¿no crees que exageras?», «hombre, si no nos vemos es porque no querrás tú». Porque, entre nosotros, los que duelen de verdad no son los adolescentes de botellón en la calle, sino los que desde cerca no parecen entenderte.

Quiero pediros paz. Porque si hay que seguir amando, que sea con serenidad. Porque hoy ya no quiero figurar, sino solo estar en una esquinita, sin hacer ruido, sin ser aparentemente muy útil. Pero mi hombre viejo (el de la prepandemia) se resiste.

Por ir terminando, que sé que tenéis muchas cartas que leer. Si no podéis darme todo lo que pone en esta lista; si tenéis que priorizar algún regalo, por favor, olvidaos de lo anterior y encontradme, si puede ser, mi corazón de niño: confiado y despreocupado, pero sensible. Debe estar en algún sitio, a lo mejor en el archivo de cartas anteriores. Yo con eso ya me apaño.

Un abrazo fuerte, queridos Reyes Magos,

Descubre la serie Carta a los Reyes Magos

Te puede interesar