Queridos Magos:

Prometo haber desinfectado estas líneas… que pareciera ser lo primero que hoy día importa, y lo entiendo porque importa la vida, y cuidarla. También, y sobre todo, ustedes importan en mi vida, por eso les escribo.

Saben que soy creativo para los regalos –para pedirlos, al menos–; y estas fechas son especialmente inspiradoras. Nunca antes les escribí sin detallar marca, color, medidas y adjuntando el listado de sucursales con stock, pues los años de acumular desilusiones me enseñaron a ajustar el pedido de modo que nada falle. ¿Tal vez hoy debiera incluir también el modo de envío? Es que, justamente, de eso necesito hablarles.

Lo que les quiero pedir de regalo este año es que vengan. Sí, eso, que vengan, por favor. Este año no me importa lo que traigan, es más, no hace falta que traigan nada. Este año, al fin, no quiero sus regalos, los quiero a ustedes.

Seguramente muchos les seguirán escribiendo listas detalladas de juguetes, libros, o lo que sea, y podrán ustedes haberse especializado en mensajería y formas de envío, pero yo les pido, les suplico, que no me manden nada, que por favor vengan. Conversaremos a distancia, me rociaré y cubriré con lo que sea necesario, pero hoy lo que más quiero es recibir su presencia.

¿Cierto que no esperaban esto de mí? Es que, vine aprendiendo: ¿de qué me sirven las manos llenas de dones, si me falta la compañía de quien se quiere donar en ellos? Perdónenme que siempre que vinieron les miré las manos; hoy me doy cuenta que no conozco su rostro, su voz, su mirada, de a tiempos olvidé incluso su historia, el por qué venían, y hoy lo echo de menos.

Prometo que me las arreglaré para conseguirles aquel permiso de «esenciales», porque lo es para mí –y creo que para todos– este año. Esencial levantar la mirada, para encontrarnos los ojos. Esenciales las preguntas, profundas, para compartir nuestra voz interior. Esencial la distancia prudente para no incomodarnos, pero también la cercanía confiada para conectarnos y acompañarnos. Esencial la calma para recibirnos sin prisa, y el desapego para soltarnos, sin ambición. Esencial la fe en Dios que no solo dona, mas «se dona», y tal vez por ello ya fue suficiente de buscar sus regalos -que no faltan- cuando es tiempo de recibir al que quiere llegar detrás de ellos.

Hoy deseo, más que nada, que el regalo vuelva a ser “presente”, presencia; que el don vuelva a ser encuentro, en lo esencial. Y si tal vez no puedan llegar a tiempo, lo comprendo, y los esperaré, pero este año no esperaré sus regalos, no los manden, los esperaré y recibiré a ustedes. Y cuando lleguen, no lograrán esconderse: entrarán en mi casa, como han entrado en la del Salvador, y les veré los ojos, escucharé sus voces, sus historias, les contaré las mías, compartiremos la mesa con risas y tal vez con lágrimas; celebraremos que la Navidad fue y seguirá siendo compañía y presencia, de Dios con nosotros, de Dios entre nosotros.

Con cariño, y presente en cada línea,

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