«Aquí va a ser, María», dijo. Llamó a la puerta de aquella luminosa pensión. De dentro salía mucho ruido, jarana y música. Le abrió un señor orondo. «Buscamos una habitación para pasar la noche. Mi mujer…». El señor no le dejó terminar. «Estamos de fiesta. Aquí no hay sitio para parturientas». Y cerró la puerta. José miró a María que, intentando disimular el dolor, le susurró: «A la próxima, José. A la próxima será».
Llegaron a otra posada. José llamó varias veces. Un señor malhumorado abrió. «Es tarde para molestar», protestó. «Buscamos una habitación, mi mujer no se encuentra bien…», contestó José. El hombre se asomó un poco más, la miró, miró al burro que la portaba y dijo que eran dos monedas de plata. Pero al ver que lo que José sacaba del bolsillo apenas llegaba a media moneda, replicó que sin dinero no había habitación, y les cerró la puerta. José suspiró y miró al cielo. «Anda que… aquí también podría venir tu ángel a buscarnos pensión…», gruñó, creyendo que María no lo oía. Pero sí lo oyó, y sonrió, mirándolo con ternura. «Seguro que en la siguiente será, José».
Encontraron otro lugar a las afueras. José llamó. Les abrió un señor mayor. «¿Tendría una habitación para esta noche? Mi mujer está embarazada…». El hombre les alumbró con un farol. «Ustedes no son de aquí, ¿no?», preguntó mirándolos de arriba abajo. Encogió la nariz y contestó: «Aquí no acogemos a gente de fuera», y cerró.
A María se le escapó un gemido de dolor. José, apurado, miró a un lado y a otro. Entonces la vio: una vieja cuadra, con paja por el suelo y un techo de madera. José condujo al burro hacia allí, amontonó la paja y echó sobre ella su capa. Tomó a María y la ayudó a acomodarse. «¿Ves, José? Te dije que encontraríamos sitio. Y tú gruñéndole a los ángeles», dijo, mientras le acariciaba la barba.
Y el ángel que los había acompañado todo el tiempo sonrió. «Su sitio no está entre el jaleo del mundo, ni en el dinero ni con la gente que cierra el corazón», repitió en su mente. Volvió a echar un ojo a la pareja. Ella empezaba a quejarse algo más. Era hora de ir a avisar a los pastores.