Queridos Reyes Magos: Hace ya un par de meses hablaba con una compañera del trabajo sobre cómo la vida no nos da para estar plenamente en cada momento o lugar del día. «Al final vamos por ahí siendo mitades de nada», dije, y desde entonces vengo rumiando esa frase.

El tiempo es el que es, ¡y tenemos tanto que hacer! Somos esposas, madres, novias, hijas, hermanas, amigas, trabajadoras, catequistas, voluntarias, amas de casa… todo a la vez, y a veces en un mismo día. Y, claro, al final, queriendo estar en todo, no estás en nada. No al menos como se debe estar: poniendo el corazón y los sentidos en el momento. Vamos por ahí siendo mitades de nada, cumpliendo para que nada nos quede como tarea pendiente, albergando una frustración interior que desemboca en ansiedad, culpabilidad y tristeza.
Es por eso, queridos Magos, por lo que os hago esta petición: quiero dejar de ser una mitad que nunca termina de encontrar la otra. Y eso que sé que esa otra mitad está dentro de mí, pero ahí sigo, incompleta, hecha de trocitos de mí que ninguno hace que me dibuje en mi plenitud.

Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar: quiero por Reyes discernimiento y capacidad para estar.

Discernimiento porque, siendo consciente de que no puedo estirar más los días, al menos sí podré darme cuenta de qué es lo primero y qué lo secundario. Más o menos como vosotros, que en cuanto visteis LA ESTRELLA entre las estrellas, lo dejasteis todo para ir tras ella. Quiero poder detectar lo urgente en el listado de los «tengo que»; quiero poder diferenciar los «tengo que» de los «puedo», y los «puedo» de los «quiero». Pero, sobre todo, quiero conjugar los «quiero» míos con los «quiere el Señor de mí». No quiero que su voluntad quede fuera de este listado interminable que rellena cada página de mi agenda, porque he descubierto que cuando mi voluntad y la suya van de la mano, se cierran círculos que sin Él son espirales interminables.

Y una vez haya discernido, quiero poder tener la capacidad de estar. Hacerme presente en cuerpo y alma en el momento que toque, con la persona que toque, dando de mí todo lo que soy, callando esa vocecita interna que me recuerda que tengo que corregir, tender la ropa, preparar la cena o cualquier otra faena. Como hicisteis vosotros, que cuando llegasteis hasta Belén solo os dedicasteis a adorar, olvidando quiénes sois, los palacios que habíais dejado solos sin vuestra presencia y vuestros mágicos lugares de procedencia sin vuestro reinado. Era el momento de estar ante el Rey de todos los reyes, era el momento de admirar la maravilla de aquel milagro, de estar allí y en ningún otro sitio más.

Lo dicho, queridos Reyes Magos: quiero dejar de ser mitad de nada. Y quiero que a todo aquel que sienta este deseo también se lo concedáis. Porque estamos hechos para la plenitud, para ser y estar enteramente, y no para ir por ahí desparramando pedacitos que no dicen nada de lo que somos y lo que podemos ser para los demás, para el mundo.

Os espero el 5 de enero por la noche, como siempre hago: con el corazón lleno de ilusión, convertida en la niña que fui, esperanzada y convencida de que venís, porque siempre venís.

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