Queridos Reyes Magos: Este año habéis venido a casa un poco antes y me habéis sorprendido con un regalazo. Sé que soy una persona en una posición privilegiada y que puede sonar un poco injusto si digo que este año ha sido complicado, pero para mí lo ha sido. Podría decirse que he estado experimentando una sensación de incertidumbre que no me ha abandonado.

En mi cabeza resonaban frases como «a ver cuándo se acaba esto», «a ver cuándo volvemos a vernos», «a ver cómo consigo trabajo» y una larga lista de otros muchos cómos y cuándos. Yo, acostumbrada a tenerlo todo bajo control y a que cuando uno se esfuerza puede conseguir todo lo que se proponga, me desperté de la ilusión. Me di cuenta de que no existe tal cosa como «tenerlo todo controlado» y que, a veces, por mucho que uno se lo proponga, las cosas no salen como deseamos. Entonces, es momento de tomar otro camino y ahí es cuando crecemos.

Navegué dentro de mí misma y pude ver que detrás de todos estos cuándos y cómos se esconde el miedo. ¿Miedo a qué? En mi caso, miedo a que las cosas no vayan como había planeado, miedo al fracaso, miedo a la desaprobación, miedo a cometer los mismos errores, miedo al esfuerzo infructuoso, miedo a perder años de mi vida luchando por algo que no prospere…

Y, como seres racionales que somos, tratamos de deshacernos de los miedos, sin saber que, cuando intentamos matarlos, nos morimos un poquito nosotros también. Nos enterramos bajo montañas de trabajo para asegurarnos que las cosas salen como queremos. Nos hacemos pequeños ante nuestras propias exigencias y reducimos a las personas a una lista de requisitos que deben cumplir para saber que no nos van a fallar. Así, nos convertimos en el enemigo, nuestro y de los demás.

El miedo no es buen consejero a la hora de tomar decisiones y, desde luego, no debe ser el que lleve la voz cantante en las relaciones con nuestros más próximos. «El miedo lleva a la ira, la ira lleva odio, el odio lleva al sufrimiento». Y percibí que había mucho miedo en mí. No sólo me juzgaba a mí misma por mis propios errores, sino también a los de mi alrededor, a los que más amaba, buscando indicios de que pudieran llegar a fallarme.

Fue en el preciso momento en el que me di cuenta de todo esto cuando llegasteis. Fue entonces cuando me di cuenta que aquello no era amar en libertad. Viviendo así sólo se consigue destruir puentes, analizar, juzgar y condenar. Así sólo se sufre. Se reduce a las personas a su pasado, a sus errores y a sus éxitos o fracasos, olvidando quién hay detrás, cuáles han sido sus luchas y lo que ha aprendido de ellas.

El miedo hace que olvidemos a Dios y a que durante ese camino de esfuerzo (muchas veces infructuoso) y de aprendizaje, Él siempre ha estado allí. El miedo hace que no veamos la vida y a las personas con su mirada, sino con la de un analista de mercado que busca la mayor rentabilidad con el mínimo riesgo.

Y es que, entendí finalmente que no podemos acabar con los miedos por completo, pero podemos descubrir su origen y comprenderlos, para aprender a convivir con ellos y que no dicten nuestro destino.

Este fue mi regalo de Reyes. Gracias por habérmelo dado antes de tiempo. Creo que me hacía falta. Con mucho amor,

Descubre la serie Carta a los Reyes Magos

Te puede interesar