Hace algo más de 25 años dos psicólogos hicieron un experimento que poco después se hizo popular, y puede que lo hayas realizado.
Se les decía a unos voluntarios que se le iba a poner un vídeo, y debían contar el número de pases que realizaban con un balón de baloncesto tres jugadores que llevaban camiseta blanca. Los jugadores estarían moviéndose, lanzándose el balón, driblando y amagando pases. Para hacerlo más complicado, habría otros tres jugadores de camiseta negra, pasándose su propio balón, pero no debían contabilizar los pases del equipo negro.
(por si quieres hacerlo es el vídeo que ilustra este artículo, mira y cuenta antes de seguir leyendo…)
Mientras transcurre el vídeo, en un cierto momento, una persona disfrazada de gorila, entra en la cancha, se golpea en el pecho, y sale de la escena. La mitad de la gente que realizó el experimento durante el estudio no vio al gorila. Estaban tan concentradas siguiendo el recorrido de la pelota, y contando las veces que cambiaba de jugador, que no se percataban de ninguna presencia extraña. Esta carencia en la percepción se debe a una falta de atención hacia algo inesperado.
Las personas, cuando nos concentramos en un área o aspecto particular, tendemos a descartar lo que resulta inesperado, aunque sea exagerado o importante y aparezca justo allí adonde estamos mirando. Porque la atención influye de manera determinante en la aquello que percibimos. Sabemos cuándo nos damos cuenta de algo inesperado, pero no somos conscientes de la cantidad de veces que no lo hacemos y nos lo perdemos.
Quizá en nuestro día a día no contemos pases de balón, pero contamos ‘me gusta’, contamos número de amigos, contamos créditos aprobados, contamos experiencias de verano, las horas que quedan para la próxima reunión, los seguidores que tenemos en las redes sociales… Por supuesto está bien disponer de esos datos, pero quien se centra en contarlos corre el riesgo de perderse algo más importante. Se nos ponen delante muchos gorilas cada día, tal vez demasiados para verlos todos, pero merece la pena intentarlo, porque seguramente sean determinantes en nuestra felicidad.
Lo fundamental no es el número de amigos, sino la amistad que vivimos con cada uno de ellos, y cuanto más profunda y cargada de sentido, ese número será menor. No es tan significativo cuántos ‘me gusta’ tenemos en una publicación, sino lo que queremos transmitir con aquello que compartimos, y cuanto más honestas sean las opiniones, ese número variará. No son tan valiosos los créditos aprobados, como lo que crecemos al cursarlos. Ni el número de reuniones, sino lo que ayuden para llegar a acuerdos y tomar decisiones.
Para estar atentos a todo ello, puede ayudarnos examinar cada jornada al final del día o dejarse acompañar por quien tiene más experiencia buscando gorilas. No es tan importante ir acumulando experiencias que no determinan nuestra vida, como buscar la trascendencia en aquello que vivimos.