Casi todos los que nos manejamos en las redes sociales o publicamos en internet tenemos, en mayor o menor medida, una preocupación por el impacto de lo que hacemos. Cuánta gente está al otro lado de la pantalla, en definitiva. Y sabemos que hay una trampa grande en los likes, en los retuits, el número de seguidores… en estar más pendiente del feedback que del contenido de lo que queremos transmitir. Muchas veces nos descubrimos pensando en que de tal tema mejor no hablar, aunque creamos que tenemos algo que decir, porque probablemente no va a ser bien recibido. Muchas veces preferimos acomodarnos a contenido amable, que toque la fibra y nos permita ganar audiencia, tener impacto, crecer.
Hay una dinámica peligrosa, lo sabemos. Y muchas veces preferimos apartarnos a alimentar la rueda. Otras intentamos crecer en los márgenes de este modo de funcionar, ofreciendo alternativas, aunque nos sabemos sometidos a normas que escapan a lo que podemos cambiar. Porque una vez que nos hacemos conscientes de esta dictadura de los likes, es difícil consentir en ella, si se tiene un poco de sentido común y unas prioridades claras más allá del continente virtual. Al principio es muy difícil escapar de los likes, pero una vez que hemos encontrado nuestro hueco, nuestro público y nos sentimos realmente cómodos, muchas veces nos limitamos a alimentar ese pequeño hueco que nos hemos hecho en el océano de internet, sin preocuparnos demasiado de alimentar crecimientos exponenciales, aunque a todos nos pica el orgullo de vez en cuando. Es bueno frenar cuando nos descubrimos demasiado obsesionados con las notificaciones, cuando recargamos la pestaña con frecuencia para ver si suben, cuando nos auto censuramos con frecuencia para evitar bajar los números…
Algo así están viviendo algunos youtubers. De hecho, CdeCiencia, uno de los más famosos divulgadores científicos en YouTube ha decidido dejarlo al descubrir la adicción a las estadísticas, que compara con la ludopatía. Al ver que las reglas del juego que él asumía han cambiado y ahora intervienen otros algoritmos, casi más guiados por el azar que por la valoración de contenidos, ha descubierto que lo que era un proceso de mejora del propio contenido, un aprendizaje continuo y un interés por crecer profesionalmente, se ha ido deslizando hacia una adicción al reconocimiento, a las estadísticas y a los contadores que suben rápido.
No perdamos de vista que una adicción es una pérdida de control, un autoinflingirse un daño, una dependencia insana… Y precisamente esto puede provocarnos una vida en redes demasiado volcada en los números y no tanto en las relaciones, en el aprendizaje, en el intercambio. A veces lo disfrazaremos de llegar a más gente para conocer más y distintos puntos de vista, pero nuestra actitud debe ser cuidadosa y estar pendiente de si miramos las cifras por delante de los perfiles. De si estamos más atentos a que suban los números y no tanto la calidad de lo que queremos ofrecer a otros. En definitiva, si somos conscientes de cuáles son nuestras dependencias en redes y somos capaces de no atarnos a los números, relativizando el valor de los algoritmos y creyendo en los proyectos que queremos ofrecer a la red.