En jardinería cada época del año es propia para realizar unos trabajos y no otros. El sueño de cualquier jardinero es poder contemplar su jardín radiante en primavera. Pero la belleza no llega sola. Será fruto de los trabajos que se realicen durante el invierno… aunque no sólo.

Así es un poco nuestra vida. Nuestras primaveras, que no siempre coinciden con la que marca el calendario, vienen tras temporadas en las que aparentemente no ocurre nada. La belleza de las flores es tan delicada que remover la tierra no es buena idea si queremos que éstas perduren. 

En invierno, cuando aparentemente nada pasa, podemos podar sin desangrarnos aquello que nos sobra y que no permite crecer con la fuerza que podríamos. Si podas en verano, cuando está formándose el fruto corres el riesgo de que la savia se derrame y no lleve a término su objetivo. También es un tiempo de calma y quietud para poder plantar lo que parece estar muerto ¿quién no ha sentido que el estudio en largas y tediosas tardes no tiene nada que ver con aquello a lo que nos sentimos llamados? Lo que puedes hacer durante este tiempo frío y en apariencia muerto es mantener el jardín lo más limpio posible y comenzar a diseñar y plantar lo que quieres que sea el jardín de tu vida. Es una tarea de vigilancia y creatividad. Las bajas temperaturas pueden no dejarnos hincar el pico, que libera hiriendo, en una tierra endurecida por el frío. Podemos entonces pasar suavemente un cepillo sobre la tierra y recoger aquello que la ensucia. Como hacemos con la tierra tenemos que tomarnos nuestros tiempos… la helada que endurece, al derretirse, se convierte en agua que empapa la tierra y hace que florezca la vida que misteriosamente late en su interior.

Se trata de saber que cada tiempo tiene su tarea y hacerlas, que por no ver los frutos el trabajo nunca es en vano, que lo que haga hoy tendrá su recompensa mañana. No podemos cultivar flores en invierno, pero tampoco podemos podar las plantas en primavera. Nuestras vidas tienen momentos para cada tarea, lo importante es no parar y ser conscientes de que el trabajo y el fruto recibido nunca se corresponden… a veces tendremos la impresión de haber trabajado para nada y otras el resultado será desmedido, desproporcionado, muy por encima de lo esperado… en el fondo merece la pena.

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