“Aprended lo que os enseña la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca”. Se trata de una frase de Jesús en el evangelio de Marcos, en medio de los relatos sobre su futuro y sobre el futuro del mundo. ¿Y qué tiene de interesante esta frase? Si tienes un poco de paciencia, vuelve a leerla por favor.

Efectivamente, ¡es obvia! De eso se trata, de lo evidente, de lo que tenemos delante de nuestros ojos y lamentablemente no vemos o no nos atrevemos a mirar o lo que es peor, lo que negamos. Jesús sencillamente describe un fenómeno natural que se repite todos los años. Sin duda un fenómeno complejo para el biólogo, apasionante para el amante de las plantas y esperado para el dueño del árbol. Cuando brotan las yemas en el árbol sabemos que la primavera está cerca. No se produce en una fecha fija, no es algo que se pueda calcular con precisión porque como todo acontecimiento vital tiene sus procesos, sus ritmos, sus momentos. Pero lo importante es que cuando llega, si miras, lo ves. Es evidente.

En nuestra vida hay muchas situaciones evidentes, muchas. A veces les damos vueltas en complejos procesos de discernimiento, o en castellano más preciso y convincente, “mareamos la perdiz” hasta agotarla. Y hasta agotarnos. Y cuando ya desfallecemos en esa laboriosa búsqueda de la verdad, objetiva por supuesto, acudimos a nuestros amigos, a nuestros “gurús” particulares, para que nos ayuden a salir de lo que se ha convertido en un laberinto del que resulta imposible escapar. Y allí estamos nosotros, dando vueltas al tema, explicando otra vez lo que ya hemos contado hace un momento. Y sin embargo las yemas están brotando y el verano está cerca. Nuestra vida está más cargada de evidencias, de verdades, de las que queremos reconocer. Por nuestros miedos, nuestras inseguridades o nuestras intenciones no siempre sinceras convertimos en problema lo que no puede serlo, y al negar lo que está delante de nuestros ojos no cambiamos la realidad sino que nos resistimos a afrontarla. Cuántas vueltas y revueltas a lo que es sencilla, y muchas veces dolorosamente, evidente. Cuánto esfuerzo por pretender que la vida, las personas, sean de otra manera a como son.

Es verdad que hay muchas cosas que no son tan evidentes, que son más complejas y por lo tanto exigen mucha más atención por nuestra parte. Hay decisiones que exigen un esfuerzo sincero por buscar lo que Dios puede esperar de nosotros, lo que nos parece más honesto o lo que provoca un mayor bien a nuestro alrededor. Por supuesto que en esas situaciones tenemos que poner todo nuestro empeño. Pero ante aquellas otras situaciones que son como los brotes, como la primavera, es decir, que las tenemos delante en cuanto las miramos con un mínimo de honestidad, ante ellas no nos resistamos. 

El problema no está en la primavera, que llega adelantada o retrasada, pero llega. Tampoco el problema está en la higuera, que antes o después ofrecerá sus frutos a la mano dispuesta a recibirlos. El problema, de haberlo, está en nuestra incapacidad para ver lo que está delante de nosotros.

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PastoralSJ
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