Cierto programa de televisión dedicado al cotilleo y la prensa rosa está experimentando en estos días lo que podría llamarse «el principio del fin». Ha sido un programa que ha gozado ininterrumpidamente de máxima audiencia durante sus 13 años de emisión, pero las audiencias han bajado considerablemente y su cierre parece muy cercano.

La bajada de audiencia, motivo de ruina para los altos cargos de la televisión, es también un gran indicativo de lo que a la gente le apetece ver cuando se sienta ante el televisor. Esto, a su vez, ayuda a tomar el pulso del punto en que estamos como sociedad: qué echamos de menos, qué necesitamos, qué es lo que buscamos que nos ayude a despejarnos de una rutina que tantas veces pesa. Y parece ser que el público no quiere ya más circo. Está harto de que se hable de información cuando lo que quieren decir es «hurgar en la vida de otros y luego contarlo a los demás». Y está harto también de personas que no aportan nada al mundo, un mundo que tanto ha padecido en los últimos tiempos.

A esta bajada de audiencia se suma otro asunto: dicho programa está siendo investigado por la policía por un presunto delito de facilitación de información privada acerca de personas famosas. Información que ha sido adquirida por métodos ilegales que atentan contra el respeto a la vida privada de las personas. ¿La finalidad? Dar contenido al programa. Nada de periodismo de investigación, como nos hacen creer. Más bien robo de secretos que todos tenemos derecho a guardar; asaltos de intimidades sin miramiento ninguno. Un «todo vale con tal de mantenernos en el candelero». Es la demostración del desprendimiento del pudor, el respeto, la ética y la honradez con tal de lograr el fin que se busca. Es la manifestación de que el éxito es lo único que importa, y no el camino que hacemos para llegar hasta él cuando, curiosamente, es dicho camino (y no la meta) lo que nos convierte en personas exitosas. Las decisiones que tomamos, la actitud ante los inconvenientes y cómo tratamos a quienes nos encontramos por el camino son las cosas que nos otorgan esos pequeños y nutritivos triunfos que nos construyen por dentro. Y todo eso tan bueno es lo que nos llevamos, independientemente de que alcancemos la meta o no.

Quizás nos estemos dando cuenta de que nos podemos divertir de otra manera. De que es mejor poner a prueba nuestra cultura jugando con quienes concursan; de que se pasa muy bien viendo un programa familiar; de que queremos informarnos mejor de aquellos temas que de verdad mueven al mundo; de que una buena serie o película pueden ser ventanitas a través de las cuales nos asomemos a realidades que distamos mucho de vivir. Quizás estemos descubriendo que hay un tipo de entretenimiento sano más allá de la tele. O, a lo mejor (ojalá sea así), nos estemos dando cuenta de que hay cosas que no son admisibles, y comenzamos a seleccionar adecuadamente, identificando lo que es bueno de verdad de lo que solo es humo y banalidad.

Ahora que escribo esto, reflexiono acerca de qué es lo que permanece en el tiempo, qué es lo que nunca desaparece. Es la verdad, la belleza, la bondad. Es tu Palabra, Señor. Todo lo que no sea esto, pasará.

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