Cincuenta y tres, para ser exacto. El equivalente a un salón de clases en la secundaria a la que asistí. Más del doble de un equipo completo de fútbol o de béisbol y el equivalente a un equipo de fútbol americano.
Cincuenta y tres. Uno hubiera sido ya más que demasiado.
En este mundo que hemos construido de cifras exorbitantes y récords que se rompen diariamente, donde todo se cuenta en números grandes, sean likes, seguidores o contratos multimillonarios; las muertes y los homicidios no son la excepción.
Cincuenta y tres migrantes fueron encontrados sin vida en el remolque de un tracto camión hace varios meses, cerca de la ciudad estadounidense de San Antonio, Tejas. El remolque donde viajaban carecía de agua y ventilación y las temperaturas en la zona se acercaban a los 40°. El operador del camión, bajo una sobredosis de metanfetaminas, no estuvo en condiciones de escuchar los gritos de auxilio ni de hacer nada al respecto. Como si lo anterior no fuera suficiente, intentó hacerse pasar por una de las víctimas antes de ser identificado por los sobrevivientes y las autoridades.
Cincuenta y tres personas que encontraron la muerte encerrados en una caja de camión a la que habían ingresado con la ilusión de una mejor vida. Personas que, al entrar en ese camión, no solo confiaron sus vidas, sino también sus ahorros, ya que, siguiendo con los números grandes, se estima que cada persona pagó entre cinco y diez mil dólares americanos para cruzar de manera ilegal a Estados Unidos.
La corrupción y la avaricia se han aprovechado de la falta de oportunidades y la inseguridad que se vive en el los países al sur de Estados Unidos, para transformar el tráfico de personas en un negocio multimillonario y de gran escala. Un negocio que deshumaniza y mercantiliza, convirtiendo a la persona en una mercancía que pasa de mano en mano, se le extrae valor y, como hemos visto en repetidas ocasiones, se puede desechar.
El desfile de cifras y números, es engrosado por los pronunciamientos de las autoridades de uno y otro lado de la frontera y los adjetivos de medios de comunicación que califican a la tragedia. Nada de esto, sin embargo, nos evita la siguiente, solo nos va inoculando. Nos va haciendo perder proporción a lo que significa que mueran cincuenta y tres personas por asfixia y golpe de calor dentro de un camión.
Cincuenta y tres.